Menú exótico y cuatro cuentos simples

Menú exótico y cuatro cuentos simples

Menú exótico y cuatro cuentos simples

Los niños, tres angelitos, tiernos e inocentes, pero que ya estaban hambrientos y muy inquietos, rodearon a la mamá caníbal, y le preguntaron:

—¿Qué vamos a comer hoy?

 Zoo bajo cero grados

Mi padre es muy ingenioso. Y denominó zoológico frío a una zona del supermercado. Allí vamos de visita los fines de semana.

Yo me ilusiono más que mi hermana con el paseo.

El recorrido se vuelve muy emocionante cuando pasamos del área de golosinas y llegamos a la parte preferida de mi padre.

En ese lugar hay una batería de poderosas neveras. Tienen puertas de cristal y en ellas se conservan bandas sanguinolentas y cadáveres enteros de animales.

Una señora que estaba delante de nosotros abrió la segunda nevera. Sacó un cadáver de conejo y dijo:

—Está bonito y se ve muy tierno. Me lo llevó.

Mi padre, mi hermana y yo aplaudimos su buena elección.

La señora desplegó una bella sonrisa hacia nosotros y continuó disfrutando su recorrido, abriendo las neveras y mirando otros cadáveres.

 

En honor a la familia

—¿Y qué tal resultó tu travesía por otras tierras? —preguntó el hermano del marinero.

Y él, con una mirada de satisfacción, respondió:

—Una verdadera odisea. Encontré un paso marítimo que corta una franja de  tierra y por esa nueva ruta los barcos pueden navegar con libertad entre dos océanos.

—Vaya, Fernando. Qué novedad. Debes hallar la forma de honrar a la familia y toda nuestra descendencia con ese descubrimiento.

 

—Sí. Ya lo hice, hermano. El mismo día de los hechos escribí el nombre en mi diario de navegación. Y te juro que el nombre de ese estrecho perdurará a través de los siglos.

Y luego de una pausa, agregó:

—Se llama estrecho de Magallanes.

 

Un hogar feliz

El cuchillo doméstico atravesó el corazón de la manzana. Por fuera se veía apetitosa, roja, incitante. Por dentro era un hogar acogedor. Allí vivía una pareja de gusanos, felices.

Eterna compañía

Tenía toda una vida desayunando apaciblemente con su amada esposa.

Un día, atrapado por la costumbre, hizo el recuento de siete décadas de felicidad; y dijo, con una voz dulce:

—Buenos días, mi amor. Mira qué rico se ve el desayuno.

La urna funeraria con las cenizas de su esposa estaba sobre la mesa, junto a él. Y, mientras mastica el primer bocado, se queda mirando la vasija, fijamente.



Rafael García Romero

Rafael García Romero. Novelista, ensayista, periodista. Tiene 18 libros publicados y es un escritor cuya trayectoria está marcada por una audaz singularidad narrativa, reconocido como uno de los pilares esenciales de la literatura dominicana contemporánea. Premio Nacional de Cuento Julio Vega Batlle, 2016.