Cuando deseamos “quedar bien” con alguna persona de nuestro afecto, a quien podríamos haber ofendido involuntariamente, recurrimos a ese inefable instrumento conocido como la “mentira piadosa”.
Entre escritores, artistas y periodistas son frecuentes las ocurrencias de este tipo. “Me gustó mucho tu último libro”, “Tu actuación en esa obra de teatro fue estupenda”, “Estoy completamente de acuerdo con el análisis político que hiciste”, y así por el estilo.
Lo malo de todo esto es que, aún sabiendo que lo que se nos dice no es verdad, lo aceptamos, lo disfrutamos y hasta lo agradecemos como si fuera la pura verdad.
¡Y lo grande es que, cuando me toca, hasta yo mismo me lo creo!
Vayan, pues, mis sinceras manifestaciones de agradecimiento para todos aquellos que, con verdades auténticas o mentiras piadosas, me han animado durante las últimas semanas, mientras he convalecido de algunos quebrantos de salud que osaron privar temporalmente a mis queridos lectores del placer de leer mis “Buenos Días” (dicho así para terminar con otra “mentira piadosa”).