La prensa frecuentemente resalta a página completa una supuesta heroicidad de personas cuyo gran mérito fue algún ridículo o inconsecuente acto relacionado con las luchas revolucionarias, los afanes izquierdistas o la subversión.
Pero se desdeña el esfuerzo diario, constante y fructífero de centenares de miles de hombres y mujeres cuyo trabajo ha resultado en salir de su pobreza material y espiritual, elevar sus familias a la clase media, superarse para dignificar su existencia.
Nadie quiere decir que afortunadamente nuestras izquierdas fracasaron, porque posee cierto romanticismo presentarse como “revolucionario”…
¿Qué sería de nosotros si gente con ideas afines a los Castro, Ortega, Chávez y compañía hubieran dirigido este país el último medio siglo?
La sostenibilidad, el perfectible orden democrático pese a sus fallas, la prosperidad que parece avergonzar a muchos que creen que todos somos corruptos; ninguna de esas bondades sería posible sin los riesgos, inversiones, sacrificios y trabajo duro de empresarios grandes y chiquitos, gente que crea riqueza, empleo y paga impuestos. Más de eso, no más estatismo, es lo conveniente…