Nunca como ahora han tenido los seres humanos más oportunidad de expresarse a nivel público y por qué no al privado. Hoy hasta los niños dicen claro lo que prefieren, contrario a modelos anteriores de sociedades más restrictivas. Las plataformas digitales de comunicación han permitido canales de expresión y de movilización que antes eran impensables.
Ahora bien, a veces, el mal uso de estas mismas plataformas esclavizan, confunden a muchos y no hacen ver con claridad actos que vulneran su intimidad y la de otros en imágenes, palabras, otras tantas discriminan o quizás contenido de una esfera más bien privada o que rayan en lo vulgar, o un material hecho bajo influjo de drogas u otras sustancias y que es compartido, dejando una huella que para una persona se hace difícil de eliminar. Detrás se esconden muchas veces las ansias de ser aceptado, de llamar la atención y el no saber dónde se va, pesa mucho.
El contenido sumando a la intención de lo que queremos compartir son factores a considerar. ¿Es edificante para mí o para otros? ¿Lo hago para mí o para otros o ambos? ¿Por qué es importante para mí compartir esto? Son reflexiones que quizá debamos inquirir en nosotros.