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Meditación, emoción y la fuerza serena del alma, ¿cómo sentir sin romperse?

Yovanny Medrano Por Yovanny Medrano
Meditación, emoción y la fuerza serena del alma. Imagen de EnergieDeVie en Pixabay
📷 Meditación, emoción y la fuerza serena del alma. Imagen de EnergieDeVie en Pixabay

En esta serie sobre la meditación como efecto de la felicidad, debemos entender que hay dolores que no se curan con palabras, sino con presencia; hay heridas que no se cierran por evitarlas, sino por sentirlas con el alma abierta.

Cuando el alma aprendió a sostenerse. Cuentan que un sabio viajero atravesó un país que acababa de salir de la guerra. Las calles estaban en ruinas, los rostros, cubiertos de luto, y en cada plaza parecía flotar el eco de un grito que aún no había terminado.

El sabio se detuvo en una casa humilde, donde una anciana servía té en silencio. La mujer no hablaba, pero sus manos temblaban con dulzura.

-¿Cómo has sobrevivido a tanto dolor? -preguntó él.

Ella respondió con una mirada serena:

-No lo he evitado. He aprendido a sostenerlo… sin romperme.

Así es el arte que nos enseña la meditación cuando nace de un corazón que ya ha conocido la dicha. No se trata de suprimir el dolor, ni de fingir paz.

Se trata de aprender a estar con lo que duele, sin perderse en ello. Y eso es precisamente lo que vivió el médico español Mario Alonso Puig en una de las experiencias más reveladoras de su vida académica.

Lo que Mario vio en Harvard

Durante un curso en Harvard, Mario asistió a una clase en la que su profesor presentó estudios realizados por el Dr. Herbert Benson, pionero en la medicina mente-cuerpo. El profesor mostró imágenes del cerebro de monjes tibetanos profundamente entrenados en meditación.

Lo que vieron dejó a los alumnos en silencio: las áreas del cerebro vinculadas a la compasión, la regulación emocional y la conciencia plena brillaban con una intensidad que nunca antes habían registrado.

El profesor, tras una pausa solemne, dijo: “Estos hombres no meditan para dejar de sentir. Meditan porque han aprendido a sentirlo todo, sin romperse.”

Aquella frase quedó grabada en Mario Alonso Puig como una llave que abría un nuevo camino: la meditación no era una técnica de escape emocional, sino una forma profunda de habitabilidad interna. Una forma de sostener la vida con dignidad, incluso cuando duele.

La respuesta de relajación: cuando el alma y la ciencia se encuentran

Fue el Dr. Herbert Benson, cardiólogo de Harvard, quien en los años setenta acuñó el término The Relaxation Response (La respuesta de relajación, 1975).

Tras estudiar tanto a meditadores seculares como a monjes budistas, descubrió que al repetir una palabra o frase significativa, en un estado de entrega y atención, el cuerpo humano entra en un estado de equilibrio profundo: disminuyen la presión arterial, el ritmo cardíaco, los niveles de cortisol, y se activa el sistema parasimpático.

Pero más allá de los datos clínicos, Benson observó algo más: “En ese estado de calma, muchas personas sienten algo que describen como conexión, unidad, presencia… como si una parte olvidada de sí mismas despertara.”

Esto no era solo fisiología. Era alma. Y la ciencia, tímidamente, comenzaba a tocar el umbral de lo sagrado.

Meditar no para huir, sino para sostener

Estudios actuales -como los de Kristin Neff sobre autocompasión (Neff & Germer, Mindfulness, 2013)- confirman que la meditación fortalece la resiliencia emocional. Nos vuelve más capaces de observar emociones sin ahogarnos en ellas, más hábiles para acompañar el miedo sin negarlo, más humanos para llorar sin colapsar.

No nos vuelve de piedra. Nos vuelve más suaves. Pero suaves como el agua: que no se rompe… se adapta.

Como decía el maestro japonés Shunryu Suzuki: “En la mente del principiante, hay muchas posibilidades. En la del experto, pocas. Meditar es volver a la mente del principiante… incluso ante el dolor.

Felicidad que abraza lo que duele

La felicidad madura no es euforia permanente. Es la paz de saberse capaz de sentir sin ser destruido por lo que se siente. Es esa alegría silenciosa que emerge cuando uno, aún atravesado por la tristeza, encuentra en el centro del pecho un espacio que sigue intacto, amable, presente.

Y cuando esa felicidad se convierte en el suelo firme sobre el que meditamos, la práctica deja de ser técnica para volverse sabiduría emocional. La respiración ya no es solo aire: es refugio. El cuerpo ya no es solo carne: es catedral.

Cuando meditar se vuelve oración sin palabras

Los grandes maestros de la meditación no enseñan a escapar, sino a mirar. A estar. A permanecer. A llorar sin quebrarse. A reír sin olvidar que todo es transitorio. Y entonces, desde ese centro sereno, brota algo que no se puede explicar del todo. Una luz. Una presencia. Un saber sin pensamiento.

Eso, quizás, es lo que Herbert Benson vio en los monjes. Y eso, quizás, es lo que todos podemos aprender… si tenemos el valor de sentirlo todo, sin dejar de ser.

Próximo artículo: El susurro de lo sagrado

Y si meditar nos ha enseñado a sentir sin rompernos… ¿qué más puede revelarnos esa quietud?

Muchos creen que la espiritualidad está reservada para los santos, los monjes o los iluminados. Pero ¿y si lo sagrado estuviera más cerca de lo que pensamos? ¿Y si cada respiración profunda fuera una oración silenciosa? ¿Y si meditar fuera una forma de escuchar el alma… sin necesidad de dogmas?

En el próximo escrito exploraremos cómo la meditación, nacida desde la felicidad y no desde la carencia, se convierte en una vía de conexión con lo eterno, lo divino, lo inexplicable. Veremos cómo la ciencia ha comenzado a abrir puertas que antes eran solo del alma, y cómo lo espiritual ya no es solo un acto de fe, sino también un acto de presencia.

Porque cuando el corazón calla… a veces es Dios quien habla.
Nos vemos en el siguiente encuentro.

Les invitamos a leer: ¿Cómo la meditación transforma la mente desde la felicidad?

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Yovanny Medrano

Ingeniero Agronomo, Teologo, Pastor, Consejero Familiar, Comunicador Conferencista, Escritor de los Libros: De Tal Palo Tal Astilla, y Aprendiendo a Ser Feliz

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