Me solidarizo plenamente con el ferviente llamado que acaba de hacer un grupo de reconocidas personalidades, a los sectores democráticos y progresistas, lo mismo que a organizaciones sociales, a asumir la candidatura presidencial de la profesora María Teresa Cabrera para las elecciones nacionales de 2024.
Mediante un documento leído el pasado miércoles en una rueda de prensa por el profesor Haffe Serulle, los suscribientes del mismo proponen como meta: “alcanzar la unidad y participar en las elecciones venideras con un candidato nuestro, a quien queramos y admiremos, como es el caso de María Teresa Cabrera”.
Se trata, y en eso aciertan rotundamente, de alguien muy nuestro, hablar de ella es hablar de nosotros, de una luchadora que se ha forjado en medio de nuestras aspiraciones de patria libre de violencia y corrupción, de alcanzar un país con un verdadero desarrollo integral y participativo.
Respaldo a plenitud ese oportuno llamamiento y no creo que haya base ni para la indiferencia ni el rechazo. María Teresa convoca por sí misma a la unidad, una mujer libre de sectarismo y los demás vicios y actitudes que bloquean la vía de los acuerdos.
Alguien que despierta simpatías y concita adhesiones mucho más allá del marco de los grupos de izquierda y progresistas organizados, que tiene acogida en núcleos conscientes y avanzados de la sociedad, y su figura fresca y atrayente puede perfectamente ser punto de convergencia para una participación electoral digna y beneficiosa.
Logrado el cambio que puso fin al largo dominio peledeísta, regidos por un gobierno representante de las clases dominantes, es preciso que las fuerzas que persiguen objetivos de más largo alcance trillen su camino propio, se presenten con sus propios perfiles y reivindiquen sus banderas particulares en el proceso electoral.
No creo que haya otra propuesta con mejores condiciones para una candidatura común y jugar mejor papel que María Teresa. Por eso y por otras razones la respaldo.
Nadie tiene que sentirse emplazado, sino respetuosamente convocado. Ni María Teresa ni los firmantes del llamamiento tienen voluntad de imponerle nada a nadie, simplemente están tocando las puertas de la conciencia y del deber de todo quien anhele una participación unitaria en el proceso, y en ese mismo espíritu se espera la respuesta.
Una vez más, recomiendo que apuremos el paso porque hay plazos legales a los cuales hay que ajustarse ineludiblemente y al paso de los días, el tiempo se hace corto.