Cuando el actor británico Stephen McGann tuiteó recientemente la frustración que sentía por la cantidad de gente que anima, insistentemente, a otros a beber, recibió multitud de mensajes de apoyo.
«Muchas personas me contaron sobre la agonía que representa para ellas fechas como las navidades. Si notomas, por razones de salud o de adicción, imagina lo difícil que es cuando la gente te presiona para que lo hagas» dice el actor de la serie ¡Llama a la comadrona!
McGann, de 55 años, dejó el alcohol hace 18 años después de prepararse para una carrera con fines benéficos en la que participó.
«Crecí en el norte (de Inglaterra), en esa cultura cervecera, donde uno se sienta en el pub hasta que la vejiga está llena. Pero ahora no padezco resacas y disfruto siendo yo el que tiene que conducir».
«A un amigo le sorprendió mucho que yo ya no bebiera. De hecho, no estoy seguro de que ya lo haya superado. Me obstino e indigno cuando la gente intenta que tome un trago. El consumo de alcohol está muy arraigado en nuestra cultura».
«Hace poco, estuve un lugar donde el camarero me ofreció una copa de vino antes de si quiera decirme hola. ¿Imaginas que fuera un alcohólico en recuperación? La gente nunca intentaría que un vegetariano comiera carne «.
Una práctica cultural
El autor Matt Haig, de 43 años, quien ha escrito un popular libro sobre sus dificultades para superar la depresión, «Razones para estar vivo», se describe a sí mismo como un abstemio a tiempo parcial.
«Me encanta tomar, pero si lo hago, me puede provocar ansiedad y depresión, así que tengo etapas en las que no bebo nada. A veces también resulta más fácil no salir, porque me siento tentado».
«Incluso si los demás no me presionan, sientes una especie de presión silenciosa. Es un poco como ser vegano, la gente se siente juzgada o culpable y se muestran reticentes».
Haig dice que hay una especie de obsesión entre los británicos por el consumo de alcohol.
«Tan pronto como desconectamos, bebemos. Ve a Gatwick (el segundo aeropuerto más grande de Reino Unido) y verás que hay gente que está bebiendo a las 8 de la mañana. Esto está cambiando, la gente joven bebe menos pero nunca tendremos el perfil de una persona mediterránea que bebe un vaso de vino y le basta».
Algunos de sus consejos para alguien que no bebe incluyen pedir un Bloody Mary virgen (sin alcohol), ir a restaurantes en lugar de bares o pubs, hacer ejercicio para reemplazar ese espacio en el que uno se «desahoga» en el pub y decirles simple y llanamente a aquellos que intentan servirle tragos: «No bebo».
«La gente ve que debe haber una razón detrás y no lo cuestiona. Se trata de no sentirse culpable y de no hacer las cosas por obligación. Un problema en caso de los hombres es que, literalmente, no podemos pensar en ningún lugar para encontrarnos que no sea un pub».
Beber sin moderación
Catherine Gray, autora del diario de «La inesperada alegría de estar sobria», recuerda que cuando ella tomaba, era una de «las que incitaba a los demás a beber«.
«Si alguien no tomaba, no los quería allí. En realidad todo tenía que ver con mis propios problemas y no con ellos. Los que toman mucho son los que suelen decir que quien no bebe no son divertidos, pero en realidad es que necesitan un cómplice (para su comportamiento).»
Gray, de 38 años, dejó el alcohol hace cinco años. «No podía controlarme. Apenas conozco gente que sepa controlarse, es difícil».
Ahora, cuando la gente le incita a beber, bromea.
«Nadie quiere oírte hablar sobre los riesgos que hay para la salud. Les digo que soy una bestia desbocada cuando bebo. Pero no es necesario disculparse».
Aislamiento social
A pesar de que el alcohol está profundamente arraigado en nuestra vida social, la cultura está cambiando. Datos recientes de la Universidad de Londres muestran que casi un tercio de los jóvenes no beben nada.
Aun así, algunos, especialmente aquellos con problemas de salud mental, siguen luchando contra el alcohol.
Jennifer Griffin, psicoterapeuta y gerente general de Turn2me, un sitio web de salud mental en línea para jóvenes, dice que muchos de sus pacientes ven que gran parte de a vida social gira en torno al alcohol.
«El alcohol está relacionado con la ansiedad y la depresión. Sin embargo, la socialización es la forma en que los jóvenes desarrollan una conexión con sus compañeros. Si deciden no socializar porque estarán expuestos al alcohol, podrían enajenarse y sufrir soledad», dice la experta.
«El sistema [de pagar una] ronda también es un problema, es encantador y generoso, pero es difícil de resistir».
Griffin sugiere elaborar una estrategia y priorizar las necesidades de uno mismo.
A medida que aumenta la conciencia de los riesgos para la salud, no beber o recortar el consumo de alcohol resulta más fácil.
Todos los entrevistados concuerdan en esto: si alguien te rechaza un trago, no insistas.