Me gusta ser viejo

Nunca cambiaría a mis maravillosos amigos, mi vida plena, ni a mi querida familia por menos canas o un abdomen más plano.
A medida que he madurado, me he vuelto más amable y menos crítico conmigo mismo. Me he hecho amigo de mí mismo.
Tengo derecho a ser desordenado o extravagante.
¿Quién puede culparme si leo o juego en el ordenador hasta las cuatro de la mañana y luego duermo hasta el mediodía?
¿A quién le importará si me quedo en la cama o frente al televisor todo el tiempo que quiera?
Sé que, a veces, tengo fallos de memoria, pero creo que olvidar algunas cosas de la vida no está mal. Recuerdo lo que realmente importa.
Tengo la suerte de haber vivido lo suficiente como para conservar lo que queda de mi cabello ya gris, y mantener la risa juvenil grabada para siempre en los profundos surcos de mi rostro.
Con los años, se vuelve más fácil ser positivo e independiente. Cada vez importa menos lo que piensen los demás.
Ya no me cuestiono tanto. Me he ganado el derecho a cometer errores.
Me gusta ser viejo. Me gusta la persona en la que me he convertido. Sé que no viviré para siempre, pero mientras esté aquí, no perderé el tiempo lamentándome por lo que pudo haber sido y no fue. Mucho menos me preocuparé por lo que será, porque tal vez ni siquiera llegue a verlo…
Etiquetas
Artículos Relacionados