Lydia Njoki es una de muchas mujeres keniatas que reportó haber sido presionada para matar a su hijo.
Si no fuera porque un miembro de la familia se salió con la suya, Samwell, el hijo más pequeño de Lydia Njoki, que tiene epilepsia y discapacidades físicas, no estaría aquí.
Su propia abuela llegó a incluso a decir cómo podía matar al bebé.
«Me dijo que le insertara agujas en las venas, eso lo mataría lentamente, y nadie se daría cuenta», recuerda Njoki.
Esta madre de 56 años y cuatro hijos vive en el condado de Narok, al suroeste de Nairobi, en Kenia.
«La gente me decía que estaba maldita, por eso había tenido un hijo con una discapacidad«, recuerda.
Muchas noches se iba a dormir llorando.
«Me odiaba a mí misma y le preguntaba a Dios: ‘¿Por qué yo?'».
Almohadón de tierra
Florence Kipchumba se vio enfrentada a presiones similares: su familia le dijo que su bebé tenía que ser sacrificado.
«De pequeño, Meshack lloraba mucho, y cuando mi familia no aguantó más, me echó de la casa», cuenta.
Una amiga me recibió, sólo para sugerirme un mes más tarde que lo matara.
«Me pidió que le pusiera ácido en la comida para que muriera, pero yo me negué y me fui de su casa».
Su decisión de resistir a la presión tuvo consecuencias a largo plazo.
La obligaron a abandonar su comunidad, y ahora Kipchumba vive con su hijo en una pequeña choza, haciendo distintos trabajos para sobrevivir.
Cuando Meshack era más pequeño tenía la columna débil y no podía sostener o controlar los movimientos de su cabeza.
«Yo cavaba un agujero en el suelo, lo ponía allí y usaba tierra para crear un almohadón a su alrededor», dice Kipchumba.
Ella asegura que no se arrepiente en lo más mínimo de su decisión.
Su hijo tiene ahora ocho años y puede sentarse y caminar distancias cortas, aunque con un poco de dificultad.
Castigo por infidelidad
Njoki y Kipchumba no son las únicas.
Un nuevo estudio llevado a cabo en Kenia descubrió que el 45% de las madresentrevistadas por la ONG Disability Rights International se han visto presionadas para matar a sus bebés con discapacidades.
El sondeo halló que la situación es peor en las zonas rurales, donde la cifra puede ser tan alta como dos de cada tres madres.
La mayoría de las mujeres entrevistadas dicen que sus hijos son considerados «malditos, embrujados o poseídos», y que existe la creencia de que las madres están siendo castigadas por sus pecados, incluido el de ser «infieles con sus maridos».
«Acto de amor»
El infanticidio está arraigado en viejas tradiciones y creencias.
Una partera tradicional anciana en Narok le dijo a la BBC que, según su cultura, matar a los bebés discapacitados era un acto de amor.
«Lo que empujaba a la gente a hacerlo era el desamparo», dice Timpiyan enole Koipa, sentada en un su choza de barro, vestida de vibrantes colores.
«Si se lo dejaba vivir, el niño sufriría», agrega.
Mientras que el infanticidio es la parte más escandalizante del reporte de la ONG, no es lo único que descubrió el sondeo.
Los investigadores empezaron con la intención de evaluar las condiciones en los orfanatos y en las casas de asistencia en Kenia, donde viven cerca de 3.500 niños.
«Lo que es indignante es que el gobierno le está pasando la responsabilidad por estos niños a los orfanatos. Si no están a la vista, dejan de ser un problema, y el gobierno no necesita ocuparse más de ellos o de que tengan el apoyo que necesitan», le dice a la BBC Priscila Rodriguez, autora del informe.
Orfanatos
La ONG nos llevó a visitar un orfanato en Nairobi. La historia del lugar y su dueña encapsula de alguna manera los problemas de esta sociedad con la discapacidad.
Anne Njeri nació discapacitada y decidió abrir un centro de atención diurna para niños con condiciones mentales y físicas.
Nunca fue su intención que se transformara en una residencia para ellos.
«Pero en una semana, teníamos 11 niños abandonados y, en un mes, 30″, dice.
Njeri trató de buscar a los padres que habían abandonado a sus hijos pero no tuvo éxito.
Los dejaron una mañana y simplemente ya no volvieron a recogerlos.
Ahora, tiene 86 niños a su cuidado.
Cuando la ves interactuar con ellos es evidente que la quieren y que ella los quiere, pero admite que el hogar necesita hacer más.
Los investigadores concuerdan, y dicen que la manera en la que los cuidan -los mantienen adentro y a veces les restringen sus movimientos- hace que empeore su condición.
Críticas al gobierno
Pero más que nada critican al gobierno.
El gobierno de Kenia no respondió a las preguntas de la BBC, aunque admite que debe hacer más.
Si bien la idea de que la mitad de las mujeres con niños discapacitados enfrentan a la presión de matarlos es verdaderamente escandalosa, solo refleja la realidad de aquellas cuyos bebés llegaron a la edad adulta.
No tenemos idea de cuántas madres actuaron en función de esa presión.
El infanticidio de niños con discapacidades no es exclusivo de Kenia, pero es difícil obtener esta información alrededor del mundo.
Estudios reconocen que se remonta a la antigüedad y que continúa siendo un problema significativo en los siglos XX y XXI.
Según los investigadores, los niños de menos de un año corre cuatro veces más riesgos de que los maten en comparación con cualquier otro grupo etario.
Brujería
Los casos muchas veces no se registran se combinan con otros delitos, y la mayoría de países carece de instituciones para documentar estas muertes, por ello la magnitud de este crimen es desconocida alrededor del mundo.
«Se hacen a escondidas», dice Veronica Sialo, madre de un niño con parálisis cerebral y líder comunitaria en Narok.
«Como cualquier niño puede morir en el parto o cuando regresa a la casa, solo escuchas que el niño ha muerto. Pero cuando investigas, ves que el niño era discapacitado y por eso la familia lo mató», agrega.
«Algunos en nuestra cultura creen que es una maldición, que has sido embrujada, por eso no te quieren en la comunidad».
Su opinión coincide con lo que encontró el informe de la UNICEF titulado «Niños acusados de brujería».
El informe, centrado en el continente africano, dice que los «nacimientos anormales» por lo general acaban con la muerte o el abandono del niño.
Pero en algunos países, las prácticas y las creencias han cambiado por la influencia de los misioneros de la no tan distante época de la colonia.
En otras comunidades se han introducido prácticas alternativas como por ejemplo pagar multas en forma de danzas y ceremonias en vez de matar al niño.
Nuevas leyes y acciones de organizaciones defensoras de los derechos de los niños han contribuido a reducir los casos de infanticidio.
Aceptados por la sociedad
En Narok, Sialo está haciendo todo lo posible para mejorar la situación de madres como ella y sus hijos.
Formó un grupo de apoyo que ya tiene 43 miembros, incluida Florence Kipchumba y Lydia Njoki.
Estas madres dicen haber encontrado consuelo en encontrar otras mujeres como ellas.
Todas quieren que sus niños sean aceptados por la sociedad.
Se reúnen una vez al mes para compartir experiencias y alentarse las unas a las otras.
La misión de Sialo es que su comunidad supere una de sus creencias más antiguas y más crueles.
«Necesitamos crear conciencia para que entiendan que estos niños son como cualquier otro», concluye.