Mateo Morrison y el arúspice

Mateo Morrison y el arúspice

Mateo Morrison y el arúspice

José Mármol

El filósofo español José Ortega y Gasset, autor de las “Meditaciones del Quijote” (1914), una reflexión cimera de la filosofía occidental, en un momento de su vastísima obra ensayística afirma que “El defecto más grave del hombre es la ingratitud”.

A pesar de la enorme carga moral de la sentencia orteguiana, no es menos cierto que el antivalor de la ingratitud es, en el contexto del mundo posmoderno globalizado que padecemos, moneda al uso con estrepitoso valor de cambio.

Sin embargo, no quisiera yo jamás ser enjuiciado por semejante defecto, lo que me obliga esta vez, sin que haya dejado de resistirme, a emplear el “Carpe Diem” de hoy para que el poeta Mateo Morrison, mentor, animador y promotor de más de una generación de poetas y escritores dominicanos de finales del pasado siglo XX, reciba mi expresión de agradecimiento por su solidario e invaluable gesto de publicar el libro “Viaje hacia el arúspice.

Relectura de la obra de José Mármol” (2015), en el que, siguiendo su epígrafe de Octavio Paz, se propone situar el “momento del lenguaje” de mi ópera prima “El ojo del arúspice” (1984).

Es propicia la ocasión para resaltar una virtud que, en mi óptica personal y luego de décadas de convivencia creativa, ha adornado la personalidad de Morrison, Premio Nacional de Literatura 2010; virtud, dicho sea al pasar, muy escasa en el ámbito cultural e intelectual dominicano.

Se trata de la generosidad; en él incólume e inmarcesible, a pesar de la beligerancia inculta, la hostilidad tozuda y los ataques viscerales a la persona, antes que la crítica fundada al autor o a la obra, que imperaron en nuestra literatura desde los albores del decenio de los 80 del pasado siglo, sin que hoy hayan desaparecido del horizonte.

Su modestia le hace colocarse en la “condición de lector” antes que en la de “analista literario”, para hacer su recorrido, que evidencia haber iniciado hace más de 30 años, por las que considera las tres vertientes que caracterizan a Mármol, a saber, la poesía, la filosofía y la escritura aforística.

Conjuntamente con los juicios valorativos de Morrison figuran en el volumen opiniones de varios escritores nacionales sobre esas vertientes del autor de “El ojo del arúspice”, incluyendo las reflexiones literarias; un puñado de definiciones de la poesía a cargo de primerísimas voces de la poesía universal contemporánea, y una selección de poemas y aforismos que cierran el libro.

Destaca que en toda la trayectoria del autor homenajeado este “sabe que el lenguaje es su instrumento y que no puede permitir que este lo domine, sino ejerciendo la dirección del proceso, como un domador, en este caso, de las palabras”.

Apenas empezando el decenio de los 80, ciertamente, insistí, y todavía sustento hoy, que la materia prima de un escritor es el lenguaje; que allí, en el poderío simbólico de su lengua-cultura es donde radica la problemática central de la creación literaria, y que la patria de un escritor es su idioma, la lengua en que escribe, más allá de cualquier pretensión de raigambre ideológica o cualquier presunción extra o paraliteraria.

Un argumento de ese jaez, en aquellos tiempos, rayaba en la herejía y merecía la condena sumaria al patíbulo por parte de la seudoestética del realismo socialista, que osaba descartar el arte abstracto -y con este a la poesía del pensamiento- por encontrarlo feo y de fundamento burgués.

Agradezco a Morrison la publicación de ese breve y agradable viaje hacia el entorno y las entrañas conceptuales de mi primer libro de poemas, 31 años después de su aparición.



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