“Soltaron a los manatíes y agarraron a un tiburón”, me escribió con ironía un periodista sarcástico que tenemos en la Redacción, el mismo que dijo “hablen la verdad, que los soltaron porque no tienen presupuesto para darle comida a esos animales, que consumían casi una camioneta de lechuga, repollo y zanahoria que hay que buscar diario”.
Así de ácido es mi amigo.
Hablando en serio, no hay nada de compasión en aquel que se alegra del mal de otro, particularmente no me gusta, aunque hay excepciones.
Por ejemplo en el caso del apresamiento del exprocurador Jean Alain Rodríguez he visto en las redes sociales un tsunami de comentarios; y todos en su contra. Yo no me sumo a ese coro, pero no dejo de pensar en aquella vez en que este maltrató a más no poder a la hoy procuradora Miriam Germán Brito.
Fueron tantos los vilipendios y las calumnias que no vale la pena repetir. Creo que lo hizo siguiendo órdenes de su jefe, del dueño de la jauría que se lanzó contra la magistrada.
En ese momento se salieron con la suya y lograron desvincularla de la Suprema Corte de Justicia y poner en su lugar a uno de sus incondicionales. Más el tiempo se encargó de poner cada cosa en su puesto.
Hoy, quien está en la silla de la Procuraduría es precisamente doña Miriam, mientras que Jean Alain está hoy tras las rejas, acusado de corrupción y a la espera de que le impongan medida de coerción junto a varios de sus exempleados.
Pero hay uno que está sufriendo más que Jean Alain. Dice que está “en depre” total, no encuentra qué hacer. Está en una condición más difícil que la que vivió Constantino XI a mediados del siglo XV cuando la capital de su imperio (Romano de Oriente) estaba sitiada por los ejército del sultán otomano Mehmed II, quien tras meses de asedio y continuo bombardeo terminó conquistando la ciudad y puso fin a lo que quedaba del otrora poderoso Imperio, la más grande potencia conocida hasta entonces.
Nuestro hombre, que se creyó más grande que el emperador Julio César, está hoy más desesperado que Calígula, después que se puso paranoico.
No es para menos: lo están matando a pellizquitos. Por supuesto, eso es una metáfora, pero da una idea de la agonía que debe estar viviendo nuestro personaje; porque debe ser insufrible que te maten a pellizcos, “con un cortaúñas”, como diría el sanguinario Pablo Escobar.
Primero le agarran preso a dos hermanos, luego a dos cuñados, después a su guardaespaldas y hombre de confianza. Mientras se espera que en cualquier momento siga el desfile de sus exfuncionarios por ante la hoy temible Pepca (Procuraduría Especializada de Persecución de la Corrupción Administrativa). Lo están “matando” con cuchillitos de palo.
Muchos celebran lo que le está pasando, y esto incluye a gente de su propio partido.
Eso me recuerda a un exfuncionario que le pedía a su abogado que por favor le averiguara cuándo lo iban a trancar, que ya él no aguantaba más vivir en esa agonía, una angustia infernal que lo estaba matando.
Puede que a él directamente no le pase nada, pero eso sería lo peor. Nada más trágico: el mundo se hunde a su alrededor y no puede hacer nada.