Más mujeres políticas

Más mujeres políticas

Más mujeres políticas

Altagracia Suriel

Entre tantas reseñas sobre feminicidios y violencia necesitamos buenas noticias sobre el avance de los derechos en República Dominicana. Una buena noticia es que los partidos mayoritarios seleccionaron a mujeres como candidatas a vicepresidentas y hay mujeres que aspiran a la presidencia en partidos minoritarios.

Aunque muchos nos hagamos la pregunta sobre cuándo el país tendrá una mujer presidenta esa aspiración parece estar lejos de concretarse.

Más aún, las mujeres en nuestro contexto no pasan de ser figuras de segundo plano como lo demuestran las estadísticas de la JCE en las pasadas elecciones municipales que informan que sólo aumentó la participación de la mujer en cargo de regidurías y vocales en un 10.92 % y un 13.33 %, respectivamente.

Ese rol de relevancia secundaria de la mujer fue evidente a nivel local. Según la JCE las mujeres sólo consiguieron un 10.13 % de las alcaldías mientras que los hombres lograron un 89.87 %.

Esta realidad empeoró en las posiciones de dirección municipal donde el sexo femenino sólo conquistó 23 espacios, un 9.79 % y el masculino 212, un 90.21 %.
En la política dominicana se siguen reproducción los patrones tradiciones en relación con la asignación de roles de género al igual que en la familia y en la sociedad en sentido general.

Se sigue afianzado la idea de que los hombres están hechos para mandar y las mujeres para obedecer y ser sumisas.

Respecto a la participación de la mujer y las creencias ancestrales que limitan al género femenino y su desarrollo, Malala Yousafzai, afirmó que “nuestros hombres creen que ganar dinero y dar órdenes son las bases del poder.

No creen que el poder esté en las manos de una mujer que cuida de todos durante todo el día y da a luz”.
La lucha de las mujeres por lograr espacios participación política es titánica. Pocas llegan a cargos de relevancia y la mayoría desiste en el camino ante las piedras que encuentra.

A esos obstáculos se suma también el tener que competer con esferas del poder masculino asociado a la ilegalidad y al daño social.
Desaprovechar el liderazgo sensible, empático y solidario es perpetuar la carencia la injusticia y la desigualdad. Si se sigue desperdiciando el potencial de la mujer en la política retrasaremos el desarrollo y progreso de todos.