Migrantes centroamericanos caminan hacia la frontera de Estados Unidos sobre una carretera de Ciudad Hidalgo, México. (AP Foto/Moisés Castillo)
HUIXTLA, México. – Después de medio día de exhaustiva caminata que les permitió avanzar unos 45 kilómetros por el sur de México, un primer grupo de migrantes centroamericanos alcanzó el lunes el municipio de Huixtla, en el estado de Chiapas.
Recién llegados desde Tapachula, y tras haber soportado un sol ardiente, rápidamente buscaron lugares con pasto en una plaza pública para pasar la noche.
Marlon Aníbal Castellanos, un antiguo chofer de camión de 27 años y originario de San Pedro Sula, Honduras, estaba ocupado colgando pedazos de plástico de un árbol para improvisar un refugio para su esposa y sus dos hijos, un niño de seis y una niña de nueve.
«Es difícil viajar con niños… hoy caminamos seis horas», dijo.
Después ya no pudieron más y tuvieron que pagar 25 pesos a un camión que pasaba para que pudiera transportarlos lo que faltaba del camino hasta Huixtla.
«Es peligroso, no hay ambulancias y si los niños se desmayan, se pueden morir porque no hay ayuda (médica)», agregó.
«Hoy vimos que un señor murió cuando se cayó de un camión. Ahora vamos a poner un carpa para poder descansar», dijo antes de cambiar a su hijo su primer pañal del día.
En el camino, muchos mexicanos trataban de ayudar a los migrantes -en su mayoría hondureños- y ofrecían agua, artículos de aseo personal y ropa donada a quienes veían pasar por las orillas de la carretera.
Tras haber descansado antes en Tapachula, otra ciudad del sur de México, miles de migrantes reanudaron temprano su marcha a Estados Unidos pese a las nuevas amenazas del presidente Donald Trump.
En su cuenta de Twitter, el mandatario culpó a Guatemala, Honduras y El Salvador por no impedir que la gente salga de sus países y escribió: «Ahora comenzaremos a cortar, o reducir sustancialmente, la ayuda externa masiva que se les da habitualmente».
La caravana además se ha vuelto un tema central para los republicanos un poco más de dos semanas antes de las elecciones de medio término.
Por otra parte, un equipo de periodistas de The Associated Press que ha viajado con la caravana durante más de una semana ha hablado con hondureños, guatemaltecos y salvadoreños, pero no ha visto a ningún migrante de Medio Oriente como Trump sostuvo al decir que van mezclados con los centroamericanos.
La caravana, que partió hace más de una semana con menos de 200 migrantes, fue atrayendo más personas a su paso y la ONU estimó que ahora podría haber unas 7.200 personas.
El portavoz adjunto del organismo, Farhan Haq, dio la cifra a periodistas en la sede de la organización en Nueva York y dijo que la Organización Internacional para las Migraciones informó que un gran número de personas seguían llegando a México el lunes.
«Los Estados de la región deben cooperar para resolver la situación», dijo Haq, quien agregó que el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) envió un equipo de emergencia a las ciudades mexicanas cerca de la frontera con Guatemala.
El objetivo del equipo es brindar a los miembros de la caravana la información adecuada sobre el sistema de asilo de México, así como asesoramiento legal y asistencia humanitaria.
Las autoridades de Guatemala dijeron que otro grupo de aproximadamente 1.000 migrantes había ingresado a ese país desde Honduras.
Carlos Leónidas García Urbina, de 28 años y originario de Tocoa, contó que estaba cortando el césped del jardín de la casa de su padre cuando escuchó pasar la caravana.
«Dejé las tijeras y todo allí en el suelo y me fui a juntar a la caravana con 500 lempiras (unos 20 dólares) en el bolsillo», dijo a AP. «Vamos a la tierra prometida».
El hondureño José Aníbal Rivera, un guardia de seguridad desempleado de San Pedro Sula de 52 años, cruzó a México en balsa el domingo y caminó hasta Tapachula desde Ciudad Hidalgo para unirse a la caravana. «Vienen como 500 personas más atrás de mí», dijo.
El hombre busca llegar a la frontera de Estados Unidos, a más de 3.200 kilómetros de distancia en su punto más cercano. «Cualquier cosa que nos pase, aunque me maten, es mejor que regresar a Honduras», dijo.
Ana Luisa España, una lavadora y planchadora de ropa de Chiquimula, Guatemala, se unió a la caravana al verla pasar. «La meta es cruzar la frontera (de Estados Unidos)», dijo.
«Sólo queremos trabajar y, si me saliera un trabajo en México, lo haría».
El presidente electo de México, Andrés Manuel López Obrador, sugirió el domingo que Estados Unidos, Canadá y su país elaboren un plan conjunto para financiar el desarrollo en las áreas pobres de América Central y el sur de México.
«No queremos acciones temporales porque si no se atiende el problema de fondo, la gente siempre va a buscar la posibilidad de mejorar. La gente no abandona sus pueblos por gusto, lo hace por necesidad», dijo López Obrador, quien asumirá el cargo el 1 de diciembre.
El domingo, miles de migrantes se tendieron en las aceras, bancos y plazas públicas en Tapachula desgastados por otro día de marcha bajo un sol abrasador.
Algunos se acurrucaron bajo un techo de chapa en la plaza principal de la ciudad. Otros se recostaron al aire libre y se cubrieron con láminas delgadas de plástico para protegerse del suelo empapado por la intensa lluvia. Algunos ni siquiera tenían plástico para taparse.
«Vamos a dormir aquí en la calle porque no tenemos nada más», dijo José Mejía, de 42 años, padre de cuatro de San Pedro Sula. «Tenemos que dormir en la acera y mañana nos levantamos y seguimos caminando».
El salvadoreño Julio Asturias, de 27 años, quiere regresar al estado sureño de Arizona. «Cuando oí que pasaba la caravana me junté» a ella, dijo.
El joven fue deportado hace un par de meses después de que la policía lo detuvo porque su automóvil tenía una luz trasera quemada. En entrevistas a lo largo del viaje los migrantes han dicho que huyen de la violencia, la pobreza y la corrupción generalizadas en Honduras.
La caravana es diferente a las migraciones masivas anteriores por su gran número y porque en gran parte comenzó espontáneamente a través de un boca en boca.
Los migrantes recibieron ayuda el domingo de mexicanos que les ofrecieron comida, agua y ropa. Cientos de lugareños que conducían camionetas, furgonetas y camiones de carga se detuvieron para permitirles subir a bordo.
Funcionarios de Defensa Civil del estado de Chiapas, en el sur de México, dijeron que habían ofrecido llevar a los migrantes en autobús a un refugio establecido por funcionarios de Migración a unos siete kilómetros a las afueras de Tapachula, pero los migrantes se negaron a ir temiendo que una vez que abordaran los autobuses serían deportados.
Ulises García, un funcionario de la Cruz Roja, dijo que algunos migrantes heridos se negaron a ser llevados a clínicas u hospitales porque no querían abandonar la caravana.
El mexicano Jesús Valdivia, de Tuxtla Chico, fue uno de los muchos que detuvieron su camioneta para permitir que se suban migrantes.
«Hay que ayudar al prójimo. Hoy es para ellos, mañana para nosotros «, dijo Valdivia, y agregó que recibió un valioso regalo de quienes ayudó: «De ellos aprendemos a valorar lo que ellos no tienen».
La hondureña Brenda Sánchez, que viajaba en la camioneta de Valdivia con tres sobrinos de 10, 11 y 19 años, expresó su gratitud a «Dios y a los mexicanos que nos han ayudado».
Las autoridades federales y del estado de Chiapas ofrecieron apoyo a los migrantes -incluida asesoría legal para quienes solicitaban asilo-, indicó la Secretaría de Gobernación de México en un comunicado. También difundió un video en el que se ve a empleados repartiendo comida y medicamentos y proporcionando atención médica.