Siempre digo que no voy a opinar sobre las tendencias o contenidos virales en las redes. Para mí son el peor ejemplo de manipulación colectiva que hay.
Pero, en estos días, varias figuras públicas dominicanas se han visto envueltas en una situación que para mí denota una deriva como sociedad que me preocupa mucho.
Primero. Hablar, opinar, compartir, juzgar sobre la vida privada de los demás de una forma tan agresiva, tan medalaganaria, es una acción que rechazo profundamente. Sumarte a la avalancha de críticas hacia alguien que ni siquiera conoces solo por el gusto de opinar, de participar en un linchamiento grupal habla más de quien lo hace que de quien lo recibe.
Todo en esta vida tiene límites y tus valores son los que lo marcan, no los de los demás.
Esas personas que se atreven a lanzar opiniones, insultos e informaciones que ni siquiera saben si son verdad (y aunque lo sean) se sienten protegidos tras una red social, pero cuando se miren al espejo van a ver su verdadera esencia y, desde luego, deben revisarse porque toda esa agresividad tiene que estar sujeta a que son infelices o viven amargados en su propia vida .
Y lo peor es que no importa edad, género, profesión, creencia religiosa… Hay toda una manada de personas que se creen en el derecho de atacar a otra solo porque sea un personaje público.
Debemos revisarnos como seres humanos y definir claramente lo que como humanidad queremos porque, desde luego, si seguimos de esta manera va a llegar un momento en que vamos a estar más cerca de los animales, que actúan por impulso e instinto, que de los humanos que se supone tenemos raciocinio.
Esto me asusta, no por mí, sino por el mundo en el el que mi hijo crece.