A todos, sin excepciones nos asalta el miedo de muchas maneras y formas. Unos conviven con él de manera permanente y al hacerlo viven sin vivir, otros se paralizan ante él y algunos lo ven como la palanca que los empuja lejos de su «zona de confort».
Cuando entendemos que es normal que cada paso nuevo o cambio nos provoca ciertos grados de temor logramos caminar con más seguridad, siempre con cautela, pero con la firme decisión de ir detrás de lo que se quiere y llegar a la meta, algo cansados, exhaustos y golpeados, pero felices por lograr lo que deseamos.
Tener miedo no es una limitante, por el contrario, es aquello que nos dice «puedes lograrlo, no es imposible, pero te va a costar » y es que todo lo que vale la pena nos cuesta. Nada que se logra con facilidad es valorado y cuidado. Dicen por ahí que «lo fácil que llega, fácil se va «… realmente, cuando pasa el miedo, es que aprendemos lo grande que somos y lo que podemos lograr.
El primer paso siempre es el más difícil… luego de ahí caminar se convierte en una aventura y, porque no, en una diversión, pues vivir es eso, la mezcla del miedo y todo lo que viene con él más la emoción de una nueva aventura que nos hará reír y a veces llorar.
Y ahí está la magia de la vida… es ese vacío en el estómago que se siente antes de que inicie el paseo en la montaña rusa y luego a disfrutar el viaje y el paisaje.