Hay algo en el musical “Mariposas de acero” de excepcional particularidad emocional e histórica que va más allá de su extraordinaria calidad escénica y modernísimos recursos técnicos, de su maravilloso elenco (actores, bailarines, músicos e intérpretes), de su pertinente representación de los acontecimientos históricos, de la emotividad que transmiten los relatos y las canciones.
Hay algo que, al permanecer allí como espectadores, desmadeja y conmueve nuestras raíces identitarias y la urdimbre de nuestra historia, especialmente aquella asociada a los más de tres decenios de dictadura trujillista y los doce años de continuismo despótico y represivo del balaguerato.
Hay algo que nos toca las fibras más sensibles del deber ciudadano y que al mismo tiempo, despierta en nosotros la a veces adormilada y otras veces relegada, en razón de las oquedades y lagunas de nuestro sistema educativo, admiración por nuestros auténticos héroes y heroínas.
Insisto, en esta obra de singular belleza e invaluable trasfondo histórico hay algo que va más allá de la brillantez del talento de Waddys Jáquez, en su calidad de escritor y director, además de actor y coreógrafo; de Pablo García, en su condición de productor musical y cantautor, en compañía de Wilson Polanco y Ambiorix Francisco; de destacados artistas como Adalgisa Pantaleón, Nashla Bogaert, Frank Ceara, quien además funge de coproductor ejecutivo y musical, Nico-Clínico, Diana Ramos, Hony Estrella, Gnómico, Coral González, Nairoby Duarte, Alejandro Moss, Ivanna Ramírez y Judith Rodríguez, entre otros. Su talento y su entrega en la escena nos colocan bajo una tensa atmósfera, pero también, en el umbral de la ensoñación, la rabia, el amor, la tristeza, el dolor, la esperanza, el compromiso, la tragedia, las injusticias, la redención, la prisión y la libertad.
El crimen atroz de tres de las cuatro hermanas Mirabal (Patria, Minerva y María Teresa), Dedé sobrevivió y a lo largo de su fructífera vida se encargó de mantener en vilo su sacrificio y su historia, significó el inicio del fin de la oprobiosa y sanguinaria tiranía de Trujillo. Su heroísmo ha sido relatado por la historiografía, la novela, el teatro y la biografía.
Este musical agrega valor a los acontecimientos sociales y jurídicopolíticos del siglo XX en nuestro país, porque a las tres heroínas emblemáticas de la lucha por la libertad y de la actual lucha por la No violencia contra la mujer, por justa resolución de la Asamblea de las Naciones Unidas en diciembre de 1999, se añaden otras como la propia Dedé Mirabal, dos relativamente anónimas, pero troncalmente vinculadas al seno y sino familiares de los Mirabal Reyes como son Mercedes Reyes Camilo (Mamá Chea) y Ana Antonia Rosario (Tonó), además del oportuno rescate de las mujeres que también fueron perseguidas y torturadas por el régimen en la cárcel de La 40, por pertenecer y acompañar a Manolo Tavárez y a Minerva Mirabal en el Movimiento 14 de Junio, a saber, Tomasina Cabral, Dulce Tejada, Miriam Morales, Asela Morel y Fe Violeta Ortega. Por si fuera poco, se resalta el martirologio, en 1972, de Sagrario Díaz, en cuyo honor se libraron intensas y sostenidas luchas por la libertad en la segunda mitad del siglo pasado. Se plasma, pues, una meritoria exaltación del rol de la mujer dominicana en las refriegas por los derechos y libertades en nuestra nación.
Volver a relatar la historia de las hermanas Mirabal es, en realidad, un compromiso, que este musical ha asumido con entereza y enorme logro artístico y cultural frente a las nuevas generaciones. Su fuerza inspiradora ha de convertir a las heroínas en auténticos modelos de amor a la familia, la patria, la lealtad, la esperanza y la libertad.
¡Despierta, juventud!