José Báez Guerrero
Es un reconfortante recordatorio de que la vida sigue, pese a las desgracias que siempre traen las tormentas y ciclones, la medalla de oro que la atleta Marileidy Paulino regala a la República Dominicana al imponerse en los 400 metros femeninos del Mundial de Atletismo en Budapest.
No se casi nada del atletismo o carreras, pero sí que muchos dominicanos admiramos a la brillante velocista que nos representa con excelencia, acumulando medallas y marcas de velocidad.
Veo que la definen como “una joya del atletismo, que dio sus primeros pasos del deporte en el balonmano”, pero lo que más me impacta es su soltura y humildad al hablar de su fe en Dios, sus valores y su increíble superación. Con apoyo como el de CRESO y las autoridades, hay que formar y proteger a muchas otras Marileidys, que continúen enorgulleciendo al país.
