La corrupción e impunidad tan flagrantes que indignan a muchos quizás deba imputarse en parte a la prensa. Demasiados periodistas talentosos han confundido emplearse con vender la conciencia; optan por ignorar la profundidad de la frase evangélica “digamos la verdad y avergoncemos al Demonio”.
¡Vade retro! Con poquísimas excepciones, hay más comunicadores famosos por logreros o notorios por su audiencia, ligereza o procacidad que por su talento.
Nuestra prensa pregunta poco (a quienes pueden y deben responder) y acomoda mucho. Por ejemplo, si existe real voluntad política para hacer justicia al procesar a los imputados del caso Odebrecht, ¿por qué hubo que esperar que una jueza previamente inhibida por su amistad con un encartado revelara una supuesta falta de pruebas en el expediente?
Si hay evidencia de enriquecimiento ilícito, ¿por qué la DGII no ha procedido a identificar para decomiso edificios, lanchas, cuentas o activos de origen no declarado?
¿Por qué no se conocen las pruebas dizque ofrecidas por Odebrecht? Marear un trompo luce más fácil que hacer periodismo… O Justicia.