Pero quién dijo que la Constitución de la República es intocable, si lo que ella tiene que ser es inviolable. Los que se oponen a la propuesta de reformar la Constitución actual tendrán sus motivos, y quizás hasta sus miedos, pero no tienen razón.
¿Cuál concepción tan rígida y atrasada es esa? Ningún texto legal puede entenderse como algo definitivo y eterno, como si fuera correcto aceptar una sociedad que se mueve y evoluciona, aunque sea a trabajos, mientras su Constitución se mantiene estancada, muerta, petrificada.
Lo correcto es que la Carta Magna de un país refleje en la mayor medida posible la realidad y se ponga a tono con los cambios y modificaciones que ese país registra.
Esto viene al caso por la actitud de los tres partidos de la oposición que desertaron de una de las mesas del diálogo sobre la reforma propuesta por el presidente Luis Abinader, bajo alegatos tan burdos como ese de que la Constitución es intocable, tan rudimentarios como aquello de que antes de hablar de reformas hay que bajar la comida y tan flojos como ese de que el presidente lo que busca es abrirle paso a su reelección.
El presidente ha reiterado que las reformas se circunscriben a asuntos muy concretos relacionados con la independencia del Ministerio Público.
Eso se puede discutir pero bajo otros argumentos, empezando porque se queda corto y deja en el aire un asunto de importancia esencial para la democratización de la vida nacional.
Las reformas proceden y hay que luchar por que vayan más allá de lo que el presidente ha propuesto y mantener en alto la consigna de más profundidad política en estos momentos, la de la Asamblea Constituyente electa por votación popular. Esa es la meta y el anhelo más alto.
Y en razón de que las fuerzas progresistas no están ahora mismo en condiciones de influir para lograrla, lucen lo más racional que se manejen con audacia y sentido común a la vez.
Sin limitarse a lo que el Gobierno propone, ni salirle huyendo al debate, cuando sí pueden intervenir y demandar lo alcanzable, lo que el realismo recomienda, que junto a la propuesta de consagrar la independencia del Ministerio Público, se modifique el artículo que versa sobre la forma de reformar la Constitución, y quede desde entonces constitucionalmente consignado que en lo adelante, todas las modificaciones se hagan a través de la Constituyente instalada por esa vía, la más democrática, más participativa y más avanzada de todas.