Mansos y cimarrones

Mansos y cimarrones

Mansos y cimarrones

Rafael Molina Morillo, director de El Día

Los periodistas estamos acostumbrados a que se nos eche la culpa por todo lo malo que ocurre en la sociedad.

Por ejemplo, si hay una tubería rota desperdiciando agua en una esquina, la prensa es culpable por no denunciar el percance a tiempo; si el Congreso no termina de aprobar la Ley de Partidos Políticos, es porque la prensa no ha sido suficientemente fuerte en sus exigencias a los legisladores; si la corrupción y la inseguridad ciudadana campean por sus fueros en medio de la impunidad, es porque la prensa tiene miedo de afrontar a los delincuentes de cuello blanco o de cuello sucio… y así por el estilo.

Es oportuno reiterar que la prensa no es el Ministerio Público, ni la Policía, ni la Presidencia, ni la Iglesia.

La prensa es simplemente un espejo de la sociedad que refleja su realidad y se atreve a sugerir soluciones, sin poder aplicarlas por sí misma. Y sin olvidar que, al igual que ocurre en otros estamentos sociales, contamos con buenos y malos periodistas, buenos y malos médicos, buenos y malos carpinteros, buenos y malos jueces…

De ahí la importancia de las premiaciones que determinadas instituciones públicas y privadas realizan anualmente, para reconocer las virtudes, noblezas y conductas éticas de los que enaltecen sus diferentes quehaceres, por encima de todo tipo de intereses malsanos.

El premio recién otorgado por la Fundación Corripio al veterano y respetado periodista Juan Bolívar Díaz, por su dedicación personal de toda una vida, es una prueba de ello.

En estos momentos hay miles de estudiantes de Comunicación en diferentes universidades dominicanas. A ellos les exhorto a mirarse en el espejo de Juan Bolívar y a no defraudar la profesión. Para que la gente aprenda a diferenciar los mansos de los cimarrones.



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