Comenté recientemente cómo desafortunados creen que el gobierno está obligado a asistirles más allá de cuanto manda la caridad ante cualquier desastre natural.
Lectores me llamaron insensible.
Claro que es obligación de las autoridades ocuparse de la prevención y de la asistencia ante emergencias como un ciclón.
Pero esa ayuda debe ser puntual y focalizada. Ser víctima de huracán, inundación o terremoto no debe convertir al “damnificado” en un mantenido del Estado, sin fecha de expiración.
Un “welfare state” en país pobre es locura. Un correíto me recuerda que en Estados Unidos 46 millones de personas, el 14% de sus 325 millones, come gratis con “food stamps” o asistencia social.
Al mismo tiempo, en los parques nacionales letreros advierten “no alimente los animales”. Su Departamento del Interior, que administra los parques, justifica esa norma así: “Los animales se harían dependientes de comida regalada y olvidarán como cuidarse por sí mismos”.
La solidaridad y la colaboración son nobles rasgos humanos, pero solo cuando hay causa. Lo demás es argucia electorera. ¡Nos empobrece!