Al igual que Juan TH, celebro que el presidente Luis Abinader, así fuera en son de broma, dijera en Buenos Aires que le daríamos clases de merengue a todo argentino que nos visite. Bastó esa nota jocosa, no muy común en alguien tan sobrio y cauteloso como Luis, para que aquellos que gozan con buscarle el lado malo a las cosas, comenzaran a protestar.
No sé qué tiene esto de pecaminoso. Pues miren que yo me alegro de que el presidente se recuerde del merengue en otras tierras.
Me alegra pero no me extraña. Me consta la atención que le ha dedicado a una buena cantidad de artistas merengueros, entre ellos viejos acordeonistas típicos de los cuales rara vez un presidente se acuerda y que ahora él le ha tendido su mano.
Aquí va un ejemplo del tradicional descuido hacia el merengue y sus intérpretes. Por petición mía, el presidente Leonel Fernández condecoró a don Fello Francisco, Bartolo Alvarado, Rafelito Román y Francisco Ulloa. Y en todos esos años no ha habido espacio, porque la negligencia y el menosprecio lo han impedido, para entregarle la medalla correspondiente a esos artistas. Bartolo y don Fello se fueron sin recibirla.
Ojalá el presidente actual le dé el carácter merecido a lo que prometió en son de broma en Argentina; se realizará una vieja idea del maestro Dagoberto Tejeda y se fundará la Casa del Merengue con todas las de la ley, que alguna tuviera extensiones respectivas en ciudades como Santiago, Nagua y Puerto Plata, para mostrarles, a propios y visitantes, la riqueza de nuestro merengue, la inteligencia de un pueblo capaz de crear una música y un baile que llevan más de siglo y medio de existencia.
Aquí se van hundiendo todas las buenas tradiciones y los atributos de nuestra identidad y ojalá alguna vez un presidente se animara a respaldar un esfuerzo serio por preservarlas.
Al gobierno anterior se le sometió la referida propuesta, pero ni siquiera respuesta mereció. Ojalá que el actual presidente se animara, con la voluntad que ha demostrado para otras cosas, le diera el frente a ese proyecto de tanto valor cultural.
Del pasaje jocoso de Argentina quedará como resultado un renovado esfuerzo por la vigencia de nuestra mejor música, sello fundamental de la dominicanidad.
Sobra decir que para un proyecto así el Estado, aun sin remuneración mediante, puede contar con mi modesto concurso.