Mano a la obra, doctor Moreno

Me solidarizo completamente con el doctor Guillermo Moreno cuando dice que la oposición tiene que unirse “en torno a un programa democrático, progresista y alternativo para ponerle fin… no solo a los gobiernos peledeístas, sino al modelo de poder que han instaurado los partidos tradicionales”.

Acierta, además, cuando expresa que la unidad de la oposición no debe ser tan solo para lograr un cambio político sino un cambio de rumbo. Perfecto.

Ya antes el doctor Moreno había declarado que tenía instalada una mesa política para discutir posibles acuerdos electorales. Ahora define el norte programático de esos eventuales acuerdos.

Faltaría un paso más y yo me atrevo a sugerírselo. Invitar formalmente al diálogo unitario a los potenciales aliados y ya eso sí sería un paso importante. Un paso práctico vale más que media docena de programas, dijo un sabio jefe del proletariado internacional, y es precisamente eso lo que falta. Poner mano a la obra.

No quiero aparecer ni mucho menos como quien le dicta órdenes ni orientaciones a nadie. Guárdeme Dios de semejante pecado. Me ocupo del doctor Moreno y su movimiento, por la importancia que les atribuyo, por el respeto político que me merecen y porque no quiero que la oposición se divida en dos polos y por esa brecha se nos cuele el adversario común.

Creo, al igual que Moreno, en la importancia del programa y de la visión progresista del cambio de rumbo. Por eso espero de él que tras su declaración, sea consecuente y vengan los hechos que les hagan honor a las palabras, como decimos los del Partido Comunista del Trabajo.

Después se discutiría la candidatura presidencial y si de mancomún, se cree que el más idóneo resultara ser Moreno, pues también mano la obra.

A riesgo de que me digan “sacaliñoso”, me permito recordar que ya hice campaña y voté por él en 2008, cuando, merced a la boleta electoral que le ofreció el Movimiento Independencia, Unidad y Cambio –Miuca-, hoy Frente Amplio, Moreno fue candidato presidencial y empezó a forjar la figura de presidenciable que ahora merecidamente ostenta. Como él ha dicho que tiene la mesa servida, que invite entonces y no se haga esperar, porque el tiempo se acaba y como dicen por la costa arriba, el hambre no espera.