A raíz de la crisis sanitaria global, se ha convertido en algo rutinario que a los medios de comunicación se utilicen como canales efectivos para realizar el bombardeo de noticias acerca de las cifras y de porcentajes, que, al examinarlos de manera detenida, se apartan de manera significativa de la realidad.
En la mayoría de los casos, esto obedece a la creación o construcción de expectativas orientadas a generar confianza en el futuro inmediato que puedan incidir en las variables macroeconómicas, en particular, la inversión privada.
En tal sentido, son muchos los gobernantes que apelan a la divulgación de cifras manipuladas con la finalidad de dibujar un futuro crecimiento económico superior al periodo recién transcurrido o hacer comparaciones con otros países de forma alegre.
Este imaginario procura forjar la idea de un optimismo desbordante, capaz de que la misma se convierta en realidad, y es por tal razón que se recurre a los indicadores que estremecen los sentimientos económicos.
Utilizar el optimismo desbordante lleva consigo un riesgo inherente en el entendido de que los agentes económicos al generarse expectativas se pueden confiar de una manera tal que realizan fuertes ajustes bajo la narrativa de que se realizarán respuestas rápida y favorable a grandes cambios en la actividad económica.
Al macroeconomista y premio Nobel de economía, 1995, Robert Lucas, le correspondió advertir de que los agentes económicos actúan con informaciones creíbles, lo que obliga que el gobierno asuma un rol con cierta seriedad y credibilidad en la ejecución de su política monetaria y fiscal para garantizar que el sistema económico funcione sin perturbaciones.
Muchos gobernantes se sienten atraídos por crear sobre optimismo de las expectativas convencidos de que si estas son positivas ayudan sustancialmente a una mejora en la economía, en cambio, de no producirse expectativas optimistas, la economía se ralentiza de manera brutal. Esa creencia estimula y conduce a los gobiernos a recurrir a la manipulación de las cifras como herramienta efectiva para crear falsas expectativas.
Así las cosas, el uso abusivo de sobredimensionar el optimismo de las expectativas con ausencia de sustentarse en cifras reales impulsa una trampa desacertada y peligrosa que puede deteriorar la economía de una manera precipitada.
Pues se trata de que cuando esas expectativas se desvanecen de manera habitual, entonces, se traducen en incredulidad sobre las proyecciones de los indicadores macroeconómicos generando desconfianza en los agentes económicos y los organismos internacionales.
Para recurrir a la manipulación de las cifras económicas, muchos gobernantes utilizan los indicadores macroeconómicos como pieza clave del análisis económico que resultan atractivas para los inversionistas como mecanismo de pintar un panorama económico fantástico en base a cifras inexistentes. Es la peor herramienta del autoengaño que los gobiernos y burócratas utilizan para presentar una economía saludable y con una perspectiva inmensa de la actividad económica y la dinámica del mercado financiero.
Es importante poner de relieve que el uso de los indicadores macroeconómicos para manipular las cifras económicas está explicado en una alta proporción en el hecho de que para los inversionistas resultan ser un atractivo en su decisión final por la razón de que estos tienden a tener una influencia muy notable en la dinámica y los movimientos del mercado, aunque para nada esto garantiza que dichos indicadores sean de por si confiables por sí mismos, pero inciden en las expectativas de la economía.
Son varios los gobernantes que caen en la trampa de fabricar cifras con la intención premeditada de construir una percepción favorable de la economía en la opinión pública para apuntalar la buena marcha de la actividad económica como un paraíso capaz de generar envidia y un ser referente, aunque su existencia solo es posible en un mundo forrado de fantasías. En esa laboriosidad ilimitada, no es casual que los tres indicadores de mayor manipulación resultan ser la inflación, el crecimiento del PIB y el nivel de empleo, los cuales descansan en cifras estadísticas que cuando el gobierno se ve arrinconado por unos datos decepcionantes, se alteran mediante modulación.
El criterio sobre el cual se fundamenta la manipulación de los indicadores macroeconómicos es que si la inflación, el crecimiento económico y el empleo son satisfactorios, se procura posicionar al gobierno con una calificación de bueno, pero como estas son variables son cifras promedio hay que ser muy reservado. Las percepciones favorables de la inflación tienen una intención netamente política, sin embargo, una estrategia sustentada en la manipulación de la inflación, por parte del gobierno, es una prueba irrefutable de que no se logró el objetivo de reducir las percepciones de inflación ya que los consumidores no lo perciben, situación que es aplicable a la economía dominicana en la actualidad.