Cuando un artista aún no ha despegado, anda en busca de que lo entrevisten, no tiene manejador y contactarlo se hace bastante fácil.
Todo esto cambia cuando le llega triunfa la fama, pues comienzan las exigencias. Acercársele se convierte en una odisea y entrevistarlo mucho más, pues a veces esto resulta imposible.
Pero lo que más aleja a un artista de un comunicador son ciertos manejadores que le toman la palabra y realizan acciones en nombre de este que no benefician en nada a su apoderada estrella.
Es muy notorio ver cómo algunos mánagers, cuando quieren promover un tema, disco o concierto de su artista, llaman con antelación al periodista para trazarle pautas de lo que debe preguntar.
Lo primero que le hacen saber al comunicador es que no se le puede preguntar sobre su vida personal, tampoco se puede tocar tal o cual tema y de hacerlo entonces tumban la entrevista, coartando de esta forma el derecho que uno tiene de preguntar lo que quiera y el artista de responder lo que entienda.
He visto como en ruedas de prensa de estrellas de la música, realizadas en el país y en el extranjero, ciertos manejadores leen una lista de lo que no se le puede preguntar a su artista antes de pasarlo a la mesa principal.
Muchas veces el artista está ajeno a ese tipo de cosas y entonces los manejadores le crean cierta animadversión por parte de uno que anda en busca de lograr una entrevista profesional y de obtener datos que a la gente le interesa de ese personaje.
Cuando esto pasa, en mi caso, me alejo y no hago la entrevista, porque como periodista es mi deber preguntar lo que quiero saber sin salirme de lo ético. A veces aguantamos demasiado.