Mami, ¿por qué tío te da golpes?

Mami, ¿por qué tío te da golpes?

Mami, ¿por qué tío te da golpes?

Ana es una joven muy bonita de veinticuatro años, estudiante de medicina, que tiene muchos sueños, entre ellos  ser feliz algún día junto a su hijo.

Luego de concluido su  primer matrimonio, Ana decidió volver con su novio de infancia buscando un hombre que le sirviera de apoyo a ella y a su hijo, para poder hacerle frente a la precaria situación económica y para sustituir la falta de apoyo familiar.

Desde hace un par de años hemos compartido vecindario y nos hicimos buenas amigas porque su hijo y yo hacíamos empatía.

En varias ocasiones llegué a verle unos cuantos moretones en el rostro y el cuerpo y  ella los justificaba diciendo que ella, su pareja y su hijo duermen juntos en la misma cama, y que su niño tiene mal dormir y a veces le daba patadas. Yo nunca creí  en esas historias y en repetidas ocasiones le pregunté si su pareja la maltrataba y ella lo negaba rotundamente, hasta que un día tocó mi  puerta desesperada, llorando y temblorosa,  al tiempo de confesarme que su pareja le pega cada vez que consume alcohol y  que, lo peor del mundo, según ella, es que su hijo ha sido testigo de los maltratos que sufre. Me dijo, incluso,  que un día el niño le preguntó por qué su tío (así llama a su padrastro) le daba tantos golpes a ella.

La última vez que Ana tocó mi puerta llevaba a su niño en los brazos. Cuando la vi se me aflojaron las rodillas, porque estaba muy golpeada y lloraba. Después de dejarme al niño se  fue a ver si él se había ido.  No pasaron cinco minutos cuando desde mi casa escuchaba los estrellones y golpes que ese hombre le estaba propinando.

Lo peor de todo es que yo no podía ayudarla. Solo atiné a llamar a la policía, que acudió al lugar, encontrándose con la dificultad de que Ana no quiso abrirles la puerta de su casa, donde estaba aún su marido agresor.

Eso me enojó mucho. Sentí que a su puerta había llegado la solución y ella no supo aprovecharla. Después que pasó todo le dije que a mi casa no me llevara problemas y que jamás volviera a buscarme cuando él le estuviera dando golpes. Me sentía muy frustrada.

Después lo he pensado más fríamente. Ana es una doble víctima. Lo es como efecto del maltrato que recibe de su pareja. Pero también lo es por la falta de apoyo, por la ausencia de políticas públicas que garanticen una vida digna a tantas madres solteras que no tienen otro camino que el de aguantar maltratos para procurar algunas condiciones materiales mínimas para la sobrevivencia de sus retoños.

Es una lástima ver que las mujeres sigan aguantando todo tipo de maltratos buscando ofrecerle una supuesta estabilidad a sus hijos, que termina robándoles la felicidad y proporcionando una  crianza llena de traumas, porque ningún niño puede ser feliz mirando que a su madre la masacran a golpes.

La historia de maltratos de muchas mujeres termina en desgracia porque no saben cómo detener el círculo vicioso de la agresión de pareja, pensando en los hijos, por el miedo a perder la manutención.

Por eso no me cansaré de insistirles a las mujeres que cuando un hombre que las maltrate,  cuando su pareja les pegue o las maltrate de cualquier forma, hay que denunciarlo. Y si no hay muestras de cambio luego de las terapias familiares,  entonces hay que alejarse. Y esto hay que hacerlo precisamente por los hijos, porque en el afán de buscarles padres a sus hijos, lo que podrían conseguir es dejarlos en la orfandad y con muchos traumas.

Las madres tienen que hacer conciencia que el mundo no se va a acabar porque sus hijos crezcan sin un padre. Es difícil comenzar desde cero, es cierto, y más si no hay un Estado que cumpla su papel de garante de la vida de los ciudadanos. Pero más difícil es no ver crecer a sus hijos por no tener la valentía de decidirse por una vida mejor, una vida sana y sin ningún tipo violencia.

¡Mujer, empodérate, nadie tiene derecho a maltratarte, tu vida vale mucho. Hay un futuro grandioso que espera por ti!

 

Isauris_almanzar@hotmail.com