Los buenos ciudadanos pagamos con creces los platos rotos de los ciudadanos incapaces de respetar el derecho de los demás. Cuando visitamos un país, en las calles nos damos cuenta de su educación cívica, en la forma en que su gente se comporta al manejar un vehículo cualquiera.
El nuestro deja mucho que desear. Nosotros no conocemos la decencia en las calles y una gran parte de nuestros ciudadanos desconoce el derecho de los demás; no esperan sus turnos en las filas y producen más caos, irrespetando el derecho de los demás.
¿Pero qué pasa con esto? Que el ciudadano bien comportado sufre las consecuencias, porque quienes violan sus derechos tienen el privilegio de ganar espacio, tiempo y derecho sin respetar ningún deber, y no haber ninguna consecuencia a su mala conducta, porque incluso los ciudadanos que nos comportamos convenientemente, no somos capaces de exigir o protestar ante los violadores.
Los primeros en fomentar esa inconducta son las autoridades, que desconocen e incluso son los primeros que se creen con el derecho de hacer lo peor.
Los ciudadanos conscientes, valientes y disciplinados debemos buscar la forma de expresar nuestro enojo, que podría ser dar bocinazos a quienes cometen las vulgaridades y violaciones.
Tomar fotos con sus placas y subiéndola a las redes sociales, y exigiendo a las autoridades cumplir con su rol, porque de seguir por donde vamos, la decencia, el buen comportamiento, la disciplina etc. nos harán la ciudad cada vez más estresante y peligrosa.
Los Partidos políticos debieran tener en su agenda, la formación ciudadana, deben preocuparse porque sus hombres y mujeres que alcanzan algún cargo de responsabilidad contribuyen a mejorar el ciudadano, porque, en definitiva, son los responsables de formar y mantener una democracia funcional con oportunidades para todos en iguales condiciones.
Pero la ciudadanía debe contribuir, exigiendo eso, escogiendo gente con valores, motivando las buenas acciones y condenando los inmorales. O sea, necesitamos una actitud y aptitud más participativa.
Exijamos a las autoridades tomar medidas ejemplares, y cumplamos con las leyes y las reglas, pero también, seamos decentes y pacientes, pero no tolerantes contra los violadores y usurpadores de nuestros derechos.
Una sociedad no puede vivir condenando a los que cumplen con su deber y premiando a los que no respetan los derechos de los demás exigiendo derechos sin cumplir deberes.