Los venezolanos votaban este domingo en unos cuestionados comicios donde el presidente Nicolás Maduro busca reelegirse, pese la severa crisis que asfixia al país, el boicot de la oposición y el rechazo de gran parte de la comunidad internacional.
Tras votar en un colegio del oeste de Caracas, Maduro advirtió que hará «respetar aquí y en el mundo (…) la voluntad del pueblo», y exigió cesar la «feroz campaña» de Estados Unidos y varios gobiernos en su contra.
«Tu voto decide: votos o balas», añadió Maduro, vestido con una camisa roja distintiva del chavismo, al llamar a derrotar la abstención que promueve la coalición Mesa de la Unidad Democrática (MUD).
A media mañana la afluencia era modesta. Unos 20,5 millones de electores están llamados a estos comicios adelantados y a una sola vuelta, que darán un mandato de seis años a partir de enero de 2019.
El jefe de campaña de Maduro, Jorge Rodríguez, aseguró que habían votado «más de 2,5 millones de personas» y auguró una buena participación.
Pero había centros semivacíos, según recorridos de AFP en varias ciudades. Apoyada por varios gobiernos, la MUD rechazó participar por considerar el proceso un «fraude» para perpetuar a Maduro. Pero el exchavista Henri Falcón se separó de sus filas y es el mayor rival del mandatario.
Con una oposición dividida y sus principales líderes inhabilitados o presos, y con un vasto poder institucional con los militares al frente, Maduro se encamina a un nuevo periodo, según expertos.
Casi todas las encuestas daban empate técnico entre Falcón y Maduro, pero una alta abstención favorecería al presidente, pues el chavismo tiene un voto duro de 25% del electorado.
«Yo no voy a participar en este fraude. Lo que vivimos es un desastre», dijo a María Barrantes, docente jubilada de 62 años.
Apagones; falta de comida, medicinas, transporte y agua; precios por las nubes con un ingreso mínimo que da para un kilo de leche en polvo, abruman al venezolano y cientos de miles emigraron en los últimos cuatro años.
«La economía no sirve»
Venezuela ha vivido en el gobierno de Maduro, exchofer de bus y sindicalista de 55 años en el poder desde 2013, una de las mayores crisis de la economía mundial en medio siglo, según el FMI, que estima la caída del PIB en 15% y la hiperinflación en 13.800% para 2018.
El país y la petrolera PDVSA fueron declaradas en default parcial en 2017, y la producción de crudo está en el peor nivel en tres décadas. «La economía que tenemos hoy no nos sirve porque ha sido infectada de neoliberalismo, dijo Maduro al prometer cambios para traer «prosperidad».
Aunque 75% de los venezolanos rechaza su gestión, Maduro se beneficia de los leales al fallecido Hugo Chávez (1999-2013) y de la dependencia que tienen sectores populares de programas sociales y clientelistas.
«La cosa está dura pero es culpa de la guerra económica», dice a AFP Rafael Manzanares, de 53 años, quien vive de la caja de alimentos subsidiados que vende el gobierno.
Falcón, exmilitar retirado de 56 años, propone dolarizar la economía, revertir expropiaciones y aceptar ayuda humanitaria.
«Mis cuatro hijos se fueron a Colombia para poder enviarme dinero», aseguró Maritza Palencia, de 58 años, quien votó por un «cambio». En varias ciudades del mundo, migrantes venezolanos realizan pequeñas protestas para rechazar los comicios.
Muchos culpan al gobierno socialista de la debacle, y Maduro a una «guerra económica» de la derecha local aliada con Washington.
Ante miles de fieles concentrados en la Plaza San Pedro, el papa Francisco oró para que Venezuela tenga la «sabiduría» de «encontrar el camino de la paz y la unidad».
«Dizque elecciones»
Estados Unidos, Canadá, la Unión Europea (UE) y una docena de países latinoamericanos sostienen que la elección no es justa ni transparente y acusan a Maduro de socavar la democracia. El presidente reiteró que le «resbala» que le digan «dictador».
«Las dizque elecciones hoy en Venezuela no son legítimas», tuiteó este domingo Heather Nauert, portavoz del Departamento de Estado. Casi todo el círculo del gobernante está sancionado por la UE y Washington, que sumó el viernes al número dos del chavismo, Diosdado Cabello, a su lista de casi 70 autoridades venezolanas sancionadas -incluido Maduro-.
Estados Unidos, al que Venezuela vende un tercio de su producción de crudo, prohibió a sus ciudadanos negociar deuda venezolana y amenaza con un embargo petrolero.
«Donald Trump está decidido a aumentar la presión», cree el internacionalista Mariano de Alba.
Pero Maduro confía en que esos gobiernos finalmente lo reconocerán, en la ayuda de sus aliados China y Rusia, y en el apoyo, hasta ahora incondicional, de la cúpula militar.
«La crisis es tan severa que puede provocar o una fricción dentro de la alianza cívico-militar gobernante o una ruptura social de mayor escala», advirtió Crisis Group. Más de 300.000 soldados custodian los 14.600 centros que cerrarán a las 18H00 locales (22H00 GMT).