París.- El centrista proeuropeo Emmanuel Macron y la ultraderechista Marine Le Pen disputarán el 7 de mayo la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Francia, un duelo que castiga a los dos partidos tradicionales.
Es la primera vez, en casi 60 años, que la derecha estará ausente de la segunda vuelta y la primera que no habrá representantes de los dos grandes partidos que dominan la política desde hace medio siglo: los socialistas del presidente saliente François Hollande y los conservadores.
Según las primeras estimaciones de tres institutos de sondeos, la diferencia entre Macron y Le Pen es muy estrecha, con entre 23-24% para el primero y el 21,6-23% para la segunda.
Les siguen el conservador François Fillon (19-20,3%) y el izquierdista Jean-Luc Mélenchon (19,5-20%). A sus 39 años, al frente de un nuevo partido, ¡En Marcha!, Macron ha ganado una apuesta que muchos daban por perdida hasta que despuntó en las encuestas a finales de enero.
«Los franceses han expresado su deseo de renovación», declaró Macron, al que los sondeos dan como ganador en una segunda vuelta.
Uno de los grandes perdedores del día, el conservador François Fillon, pidió el voto para Macron. «No tenemos más opción que votar contra la extrema derecha», afirmó.
El primer ministro del gobierno socialista, Bernard Cazeneuve, también llamó a votar por él. Marine Le Pen, de 48 años, estaba exultante de alegría ante un «resultado histórico» y «una primera etapa superada» para el partido Frente Nacional (FN), con el que repitió la hazaña de su padre 15 años después.
Cualquiera de los dos haría historia: Macron como el presidente más joven de Francia y ella como la primera mujer en la jefatura del Estado.
Una victoria de Macron en mayo supondría una bocanada de aire fresco para la Unión Europea. Macron, exministro de Economía de Hollande, ha hecho campaña con un programa abiertamente proeuropeo y liberal.
Si se impusiera Marine Le Pen se avecinaría en cambio una época de gran incertidumbre para la UE debido a su defensa de la salida del euro, que podría propinar un golpe fatal a un bloque ya debilitado por el Brexit.
Capitalizando el hartazgo de los franceses con el sistema, la ultraderechista se benefició de la misma ola populista que propulsó la victoria de Donald Trump en Estados Unidos, con un programa centrado en el «patriotismo» y la «preferencia nacional».
Pese a la amenaza de atentados yihadistas que planeaba sobre estos comicios, los franceses no se dejaron amedrentar y acudieron masivamente a las urnas.
La participación rondó el 70%, una de las más altas de los últimos 40 años. La recta final de la campaña se vio sacudida esta semana por un ataque en la emblemática avenida de los Campos Elíseos de París y el desbaratamiento de un atentado inminente, en un país ya traumatizado por una ola de ataques yihadistas que ha provocado más de 230 muertos desde 2015.
En este clima de tensión máxima, las autoridades no escatimaron en medios para garantizar la seguridad en todo el territorio para la votación, con el despliegue de más de 50.000 policías y gendarmes, que contaron con la ayuda de 7.000 militares.
A nivel interno, estas elecciones son consideradas cruciales en un país con una economía maltrecha por el desempleo y un crecimiento que no acaba de arrancar desde la crisis de 2008.
La carrera por el Elíseo ha sido muy atípica. Debilitado por una impopularidad récord, Hollande se vio obligado a renunciar a presentarse de nuevo, algo nunca visto en Francia en más de 60 años.
El candidato socialista Benoît Hamon no pasó del 7% de los sufragios. La campaña estuvo marcada por los enredos judiciales, relegando a un segundo plano el debate sobre los temas de fondo.
Fillon está imputado a raíz del escándalo de empleos públicos presuntamente ficticios de su esposa y de dos de sus hijos.
Le Pen no se queda atrás y está siendo investigada por empleos presuntamente ficticios en el Parlamento Europeo, donde ocupa un escaño, y supuestas irregularidades en el financiamiento de campañas pasadas.
Sin embargo se niega a ser interrogada por la justicia, invocando su inmunidad parlamentaria. Mélenchon, el último en colarse entre los favoritos en los sondeos con un discurso combativo contra «la casta» política, volvió a quedarse fuera del dúo de cabeza.
Este exsocialista convertido en estandarte de la «Francia insumisa», fue un gran admirador del exlíder venezolano Hugo Chávez y del cubano Fidel Castro.
Macron y Le Pen disponen ahora de 15 días para convencer a los 47 millones de electores de que son la mejor opción para dirigir el país.
El que lo consiga tendrá luego que tejer alianzas de cara a las legislativas a dos vueltas de junio, que hasta ahora han favorecido a los partidos.