La resurrección política es posible. No hay que ir muy lejos. Cuando, después de doce años de gobiernos autoritarios (1966-1978), Joaquín Balaguer, de gobierno demoautoritario o de demodura o dictadura ilustrada, como muchos lo llaman, sale del poder político en 1978, pocos veían la posibilidad de su retorno al poder.
Desdiciendo esas predicciones, solo ocho años después regresa a la silla de los alfileres, con una democracia más auténtica.
Después de salir del poder en 2010, luego de dos períodos de gobierno, de ser, posteriormente, perseguido políticamente, teniendo el gobierno de turno, de corte autoritario, a la justicia como instrumento, que lo llevó incluso a la cárcel, en un conocido juicio derivado de la judicialización de la política y viceverssa, para aniquilar opositores, Luiz Inácio Lula Da Silva se alza nuevamente con el poder en Brasil, en unas elecciones reñidas.
Triunfó la democracia, triunfó el proceso democrático, que supera en mucho las posiciones e ideas autoritarias representadas por el bolsonarismo.
Ningún otro sistema de gobierno es superior a la forma de autogobernarse, que es propio de la democracia.
Ninguna otra opción promueve más la libertad, pues permite la autodeterminación individual y colectiva.
La democracia promueve, además, el desarrollo humano, de manera especial en relación con la capacidad para ejercer la autodeterminación, la autonomía moral y la responsabilidad por las propias elecciones. Asimismo, aunque nunca será perfecta, la democracia es la manera más segura de los seres humanos para proteger y promover los intereses y bienes que compartimos con otros seres humanos (Robert Dahl).
Con Lula renace la esperanza de más democracia en Brasil, lo que debe irradiar el continente y allende los mares sudamericanos. Brasil es uno los de países más grandes del mundo, con una extensión territorial de 8.511.965 km2, es el quinto con la mayor extensión de terreno, con casi 215 millones de habitantes, y de los más poblados del mundo (25 habitantes por kilómetros cuadrados) y con una selva amazónica con una extension de 1.500 km2.
De una democracia puesta en riesgo de derrumbe, más que con golpes violentos, a través del deslizamiento gradual hacia el autoritarismo (Levitsky y Ziblatt), encabezado por Jair Bolsonaro, Brasil comienza a respirar nuevamente aires de mayor vitalidad del proceso democrático.
De suerte que más que la igualdad política, que no puede constituir un fin en sí mismo, los brasileños y muchos más en el mundo, de seguro podrán alcanzar, gracias a la libertad y el desarrollo personal, un medio esencial de lograr una distribución equitativa de la libertad y de igualdad de oportunidades para el desarrollo personal (Levitsky y Ziblatt) y de defensa del medio ambiente y de la vida.
Durante sus mandatos anteriores, Lula, quien hizo del medio ambiente una piedra angular de su reciente campaña electoral, contrario a Bolsonaro, contribuyó a reducir las tasas de deforestación en la selva amazónica, cosa que ahora quiere volver a hacer.
Con ello se abre nuevamente un liderazgo decidido a luchar contra la crisis climática, pues es posible generar riqueza sin destruir el medioambiente (aquí también podemos hacerlo y el gobierno dominicano da señales en Pedernales de querer hacerlo), como afirmó Lula Da Silva inmediatamente conoció los resultados electorales que lo llevan nuevamente al Palacio de Planalto.
La resistencia al cambio y a las políticas para proteger el bosque y otras de significativa importancia para la reducción de la pobreza y el desarrollo humano sostenible y equitativo, se ha visto reflejada en grandes movilizaciones de seguidores bolsonoristas, que incluso han bloqueado el tráfico movimiento en calles y carreteras de ese gran país.
Las dificultades serán muchas para el presidente Lula Da Silva. Durante la transición, como ya vemos; y, más aún, ya estando en el ejercicio del poder, por parte de los partidarios de Bolsonaro, tanto en el Congreso como en la Amazonía, pues dicho lider ultraderechista ganó en más de la mitad de los estados que componen la selva.
Sin embargo, es preferible seguir luchando con un demócrata, como Lula, que cree en la pluralidad como instrumento del desarrollo y que, aunque reducido en el congreso, puede contribuir a respetar las ideas de libertad y de derechos inalienables no garantizados por democracias en picada libre, como aquellas que enarbolan quienes no toleran las disidencias y las diferencias de opiniones, ponen en riesgo la democracia y se pierde con ellos la democracia, que es mucho más que perder unas elecciones, como afirman Steven Levitsky y Daniel Ziblatt en Cómo mueren las democracias.