Los viejos no emigran: el efecto colateral del éxodo cubano

Los viejos no emigran: el efecto colateral del éxodo cubano

Los viejos no emigran: el efecto colateral del éxodo cubano

LA HABANA. – Tratan de mostrarse válidos física y mentalmente, pero sus muchos años los traicionan: los ancianos abandonados por su familia se han convertido en el efecto colateral de la imparable emigración en Cuba, el segundo país con la población más envejecida en Latinoamérica después de Uruguay.

«Ya cumplí 88, mi hijo no me manda nada, los que se van para allá no mandan nada, me mandó un poquito de dinero y después no sé de él más nunca», dice Leocadia Águila. Su hijo Valentín, un experto en artes marciales de 65 años, emigró hace dos a Estados Unidos.

Ayudándose con un bastón, esta mulata pequeña muestra las reparaciones en su casa que costeó la Iglesia, para que el techo no se viniera abajo. Fue empleada de limpieza en un hospital.

Los ancianos ya no emigran, como en el pasado, y en muchos casos sus familias se han visto obligadas a dejarlos bajo protección del Estado o de la Iglesia católica.

«La emigración se está concentrando en personas más bien jóvenes, entre 20 y 45 años», dijo a AFP la demógrafa Alina Alfonso, de la Universidad de la Habana.

En la Casa de Abuelos de La Milagrosa, de la Congregación Católica de los Paules, en La Habana, atienden a 163 ancianos, al menos 10 de ellos vieron emigrar a sus hijos, y después quedaron viudos o se divorciaron. Ahora están solos.

«Los hermanos míos aquí son la única familia que tengo», afirma Raimundo Alemán, de 93 años. Alemán llega al amanecer a la Casa de Abuelos, a veces con resaca, para ayudar en la cocina.

Fue conductor de un camión de carga en una perfumería. Un hijo murió, los otros tres emigraron a Estados Unidos y se separó de su mujer. «No me mandan nada. Mire, lo que no nace, no nace», lamenta.

Reunidos en el comedor, los ancianos conversan, se cuentan sus padecimientos, ven televisión, o juegan dominó. Así pasan el tiempo y alejan la soledad.

 La emigración cambió 
Los patrones migratorios de Cuba cambiaron tras la década de los años 60, cuando familias completas partieron tras el triunfo revolucionario de 1959.

Después comenzó la emigración ilegal y riesgosa a Estados Unidos, por mar o tierra, de los hombres y más recientemente de las mujeres, según Alfonso.

Ya fuera de la isla, ayudaron a salir a sus familiares, pero no pocas veces debieron dejar a los más viejos, que terminaron convirtiéndose en una carga.

El año pasado 43.000 cubanos entraron a Estados Unidos, una cifra no vista en décadas, aguijoneados por el temor a que ese país retire los beneficios migratorios que les concede a los isleños, según la estadística oficial.

En vísperas de la histórica visita que realizará a Cuba el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, la migración acapara parte de la atención en las restablecidas relaciones diplomáticas entre los dos países.

Cuba, un gran asilo 
En Cuba existen 147 hogares de ancianos, la gran mayoría en reparación, según informó el Parlamento en diciembre. También 49 servicios hospitalarios de geriatría, que resultan insuficientes, según Alfonso. Con una expectativa de vida de 79 años, elrégimen comunista de la isla enfrenta el problema de envejecimiento poblacional.

Al cierre de 2014, un 19% de los casi 11,2 millones de habitantes tenía más de 60 años. En 2030 será la población más envejecida de América Latina, ahora solo superada por Uruguay.

Pese a las críticas por la falta de infraestructura y servicios, los ancianos se sienten seguros en Cuba. Tienen atención médica gratuita y medicinas baratas, pero necesitan afecto y ayuda económica para alimentarse. El fantasma de los «homeless» (sin hogar) en Estados Unidos los asusta.

Muchos ancianos tienen jubilación (240 pesos, equivalente a 10 dólares), pero no les alcanza para sus gustos personales. En los asilos reciben alimentación, ropa, calzado y atención médica, distracción y cariño. En la Casa de Abuelos «me siento requetebién atendida (…) es mi familia en estos momentos, estoy sola aquí», afirma María Angélica Vidal, de 72 años.

Vidal suelta frases en inglés – fue maestra de ese idioma -en ruso, y hace bromas en español. Enseña una foto de su único hijo, que vive en Haití. «El está en Haití hace muchos años y tengo un nieto haitiano», señala.

A diferencia de otros ancianos, Vidal ha visitado tres veces a su hijo y todavía recibe llamadas y dinero con frecuencia. Pero en 12,6% de los hogares cubanos viven ancianos solos. Una generación más joven, que ahora bordea los 60, enfrenta una perspectiva semejante: sus hijos emigraron en busca de mejor vida.



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