El móvil del asesinato de Yuniol Ramírez, abogado y joven político, fue de carácter socioeconómico.
Pero en realidad, la causa del homicida pudo haber sido la amenaza o chantaje, un ilícito que gira alrededor de algún “negocio jurídico” que comprenden las prósperas actividades de los que dirigen el mundo; entonces es correcto que reconozcamos que es un delito pluriofensivo, donde hay un antes y un después.
No quiero señalar que el querido abogado haya incurrido, consciente o de manera pasiva, en la figura de la extorsión, sino que su muerte está salpicada por la corrupción, o como se le dice ahora, de “los nuevos negocios”.
Ha ocurrido un asesinato (el rey de los crímenes) y de la forma que se inició (maldad, violencia) deberá llegar a un final: el castigo de los culpables.
Es necesario que el acusado lo confiese, que el autor intelectual sea nombrado, pues se trata de un hecho que no puede cometerse solo, sin la autorización de alguien más.
Es sabido que tanto la extorsión como el chantaje se acompañan de una gran pasión, de una gran coacción. Antes de pasar al “actingout”, se vive una atmósfera de amenazas, de careos, de súplicas y de torturas.
Y surge el desenlace que atrae a los sicarios, o a los que estén dispuestos a practicar el sicariato, la única parte visible en estos tipos de crímenes graves, que van a dañar la sociedad.
Si hemos de creer las declaraciones del uno de los acusados, a raíz de los interrogatorios, es porque existe el interés de saber si los tres últimos minutos de la vida de Yuniol fueron de un torturado, o si quedó claro cuáles fueron las verdaderas causas del asesinato; es decir, chantaje o extorsión.
Y ya que estamos en ese punto, la sociedad espera que mediante pruebas sea esclarecido, si fue extorsión o sencillamente “amenaza”.
También hay algo más en el otro tiempo que le salió mal a Yuniol. Y fue esa entrevista fatal, a la que asistió y quizás devino en el trágico asesinato.
Quiero decirles a nuestros periodistas de los peligros que a veces entrañan los medios de comunicación en la criminalidad; pensémoslo a la manera como lo solía decir Gabriel García Márquez de la primicia; eso de que “primicia es el primero que lo cuenta bien”, o “a veces se olvidan que la mejor noticia no es la que se da primero, sino la que se da mejor”.
Hay programas de radio y de tv. que están situando la violencia de los políticos en el imaginario colectivo de nuestra nación. Es una franca exaltación a la violencia y eso hay que pararlo.
Ahora nos queda demandar que todos cumplan con su rol en el proceso que se la seguirá a los acusados de la muerte de Yuniol, que su sangre sea lavada, y que la muerte de un hombre que no merecía morir sea una lección para todos y, sobre todo, que se haga justicia al estilo de Themis. O si no, el tiempo dirá.