Pese a haber investigado por casi medio siglo la violencia con armas en Estados Unidos, Philip Cook se siente devastado por tiroteos masivos como el que mató a 19 niños y dos maestras en una escuela de Texas el pasado 24 de mayo.
«Soy abuelo de dos niños de primaria y me resulta muy fácil imaginar algo similar en la escuela a la que van a asistir», dice Cook, profesor de Economía y Políticas Públicas en la Universidad de Duke, en una entrevista con BBC Mundo.
Coautor de libros como «El debate de las armas: lo que todos deben saber», Cook asocia directamente masacres como la de Uvalde(Texas) con la proliferación de armas de fuego en EE.UU., donde en promedio hay al menos una en manos privadas por cada hombre, mujer y niño.
Explica que la mayoría de las muertes por balas en el país, lejos de ocurrir en tiroteos masivos, son suicidios y homicidios que reciben menos atención general.
Y, sin embargo, Cook considera inviable una regulación de las armas en EE.UU. actualmente.
Lo que sigue es una síntesis del diálogo telefónico con este experto que en 2020 ganó el Premio de Estocolmo en Criminología por su investigación sobre la violencia con armas.
¿Son los tiroteos masivos terribles como el de Texas el mayor problema de la proliferación de armas en EE.UU.?
Cuando tenemos más armas y más hogares con armas, el resultado inevitablemente va a ser más violencia con armas.
El problema particular de los tiroteos masivos, donde mueren varias personas al mismo tiempo, es la proliferación de armas de estilo militar, que ahora son las armas populares que se venden en armerías.
Lo que hemos visto es que estas armas, que pueden disparar muchos cartuchos con rapidez, se han expandido y básicamente todos los tiroteos masivos se hacen con ellas.
El resultado es un aumento en la cantidad de tiroteos masivos y un gran aumento en el número de personas asesinadas.
Pero las estadísticas muestran que los tiroteos masivos representaron menos del 2% de las muertes por armas de fuego en EE.UU. el año pasado. La mayoría fueron suicidios y luego homicidios. Entonces, ¿gran parte de la muertes con armas en EE.UU. son silenciosas para la gente?
Es cierto. Depende de cómo se definan los tiroteos masivos, pero según cualquier definición son menos del 2% de las muertes asociadas a la violencia con armas de fuego.
En 2020, el año donde tenemos los datos más recientes y mejores, cerca de 20.000 estadounidenses murieron por armas en situaciones de asalto, en homicidios, y unos 24.000 en suicidios. Ese total de 45.000 es extraordinariamente alto: no se compara con los demás países ricos y desarrollados.
El porcentaje de homicidios que se cometen con armas de fuego en EE.UU. llega ya al 80%. Es decir, cuatro de cada cinco.
En medio de la covid en 2020 tuvimos un aumento del 30% en la tasa de homicidios y eso en esencia fue por un aumento de los asesinatos con armas de fuego.
¿Entonces quizás los tiroteos masivos son sólo la cara más visible de un fenómeno más profundo en la sociedad estadounidense?
Sí, hay mucho que aprender al comparar los tiroteos masivos con la violencia más de rutina que plaga a muchas ciudades de EE.UU.
En ambos casos el daño no se cuenta sólo por el número de víctimas. La gente se anticipa a la violencia, toma medidas drásticas para intentar evitarla y mitigarla. En todos esos casos nuestro nivel de vida disminuye.
Para los escolares, eso significa que ahora tienen que someterse a simulacros de tiradores activos. Muchas veces esos simulacros, que anticipan la posibilidad de que un tirador irrumpa en la escuela, son traumatizantes.
Tenemos que entender que muchas más personas ven sus vidas distorsionadas y perjudicadas como resultado de la amenaza.
¿Este fenómeno que llama de «violencia de rutina» con armas en EE.UU. es mayormente ignorado?
Creo que por ser tan rutinario y por concentrarse en los grupos desfavorecidos, tiende a ser ignorado o minimizado aunque el volumen de dicha violencia sea tan increíblemente alto.
Creo que la mejor estimación es que más de 100.000 personas recibieron disparos el año pasado y, de ellas, unas 20.000 murieron como resultado de agresiones criminales.
Se trata de un problema muy común y, por desgracia, endémico que ha persistido durante mucho tiempo.
Y lo que tenemos que hacer es reconocer que esto es un problema para todos nosotros, al igual que los tiroteos masivos, los tiroteos en las escuelas. La amenaza se extiende y se convierte en una carga para nuestras ciudades y nuestros estados.
¿Ha podido llegar a una cifra de cuántas armas hay en las calles de EE.UU.?
Creo que el número de armas en manos privadas no se conoce con exactitud. EE.UU. no registra las armas en la mayoría de los estados y no hay una forma directa de saberlo.
Intentamos estimarlo mediante encuestas. La respuesta es más de 300 millones de armas. Para ponerlo en perspectiva, eso nos dice que hay al menos un arma en manos privadas por cada hombre, mujer y niño que vive en EE.UU.
Y probablemente sea el país con la mayor tasa de armas per cápita…
Es la tasa más alta de armas per cápita, al menos en comparación con otros países igualmente prósperos y desarrollados.
No estoy seguro de que tengamos una idea clara de cuántas armas circulan en El Salvador o en Brasil, ya que también allí es difícil de medir. Pero ciertamente tenemos muchas más armas en proporción a nuestra población que Canadá o cualquiera de los países de Europa occidental, Japón o Australia.
Decía al comienzo algo que parece lógico: que la disponibilidad generalizada de armas en una población conduce a más muertes relacionadas con las armas. ¿Es lo que muestra la evidencia?
Sí, la evidencia es muy fuerte tanto respecto al suicidio como a los disparos criminales.
Cuando aumenta el número de hogares con al menos un arma de fuego —y en especial con un arma corta—, esto se asocia con un aumento del número de suicidios y homicidios.
Por supuesto, hay muchos otros factores que también influyen en el número de suicidios y homicidios. Pero la presencia de un arma agrava la situación.
La gran pregunta: ¿qué se debe hacer para cambiar esta realidad y parar los tiroteos en EE.UU.?
Creo que no hay mucho que se pueda hacer en el ámbito de la regulación de las armas por dos razones.
Una es que la política durante mucho tiempo ha hecho muy difícil avanzar a nivel nacional.
Desde la década de 1990 no ha habido una forma de avanzar con el Congreso y eso es porque el Partido Republicano, por la razón que sea, ha abrazado la idea de que más armas son mejores y se convirtió en un partido pro-armas. Así que están en una posición donde pueden bloquear el progreso en el Congreso y lo harán esta vez.
Creo que sí hay posibilidades a nivel estatal, en algunos estados donde los demócratas tienen el control.
El otro gran obstáculo en el ámbito regulatorio va a ser la Corte Suprema, que en 2008 dictaminó por primera en el caso Heller que la Segunda Enmienda de la Constitución de EE.UU. proporciona un derecho personal a tener un arma de fuego para la autodefensa en el hogar.
Ese derecho va a ser ampliado por la Corte que tenemos en este momento: seis de los nueve miembros parecen ser muy pro-armas y tienen una definición muy expansiva de la Segunda Enmienda.
¿Qué hacemos cuando nos quitan el recurso de regular las armas y volverlas más difíciles de obtener?
Nos queda la posibilidad de educar al público sobre los peligros de tener un arma en casa, lo que podría hacer una diferencia para algunos. Más allá de eso, realmente vamos a tener que depender de la policía y las fuerzas del orden.
En un discurso muy sentido después del tiroteo en una escuela de Texas, el entrenador de los Golden State Warrios de la NBA, Steve Kerr, dijo que la gente en EE.UU. es «rehén» de los senadores que se niegan a someter a votación un proyecto de ley que aumenta el control de antecedentes para comprar armas, el cual ya fue aprobado por la Cámara de Representantes. ¿Es el Senado parte del problema?
El Senado de EE.UU. es una organización muy conservadora, en el sentido de que representa a los republicanos mucho mejor que a los demócratas en todo el país, por tener dos senadores por cada estado.
De ese modo, los estados de California y Nueva York por ejemplo, que tienen una población muy grande, sólo tienen dos senadores al igual que el estado de Kentucky o Kansas.
El segundo problema es que, para aprobar una medida de control de armas, el Senado requiere una supermayoría de 60 votos en 100 por razones técnicas. Y no tiene esos votos para nada que refuerce el control de armas.
¿Esta reticencia en el Congreso a restringir la posesión de armas se debe a lo que suele denominarse «el lobby de las armas»?
Históricamente el lobby de las armas, y en especial la Asociación Nacional del Rifle, han sido muy influyentes, sobre todo porque han sido capaces de movilizar a grandes grupos de votantes que piensan que la libertad de tener tantas armas como quieran es primordial.
Hoy en día, no estoy tan seguro de que la Asociación Nacional del Rifle sea el principal actor político. Han tenido una serie de escándalos, están debilitados económicamente.
Lo que sí creo es que el Partido Republicano ha asumido ahora ese papel y ha aceptado la agenda que tradicionalmente tenía el lobby de las armas.
En EE.UU. también hay una «cultura de las armas» y el derecho a tenerlas está incluso escrito en la Constitución. Muchos estadounidenses se sienten más seguros con un arma. Entonces, ¿observa algo más profundo, cultural y quizás más difícil de cambiar que la propia ley?
Por supuesto que hay un porcentaje de estadounidenses muy devotos de las armas para la seguridad personal y que además han aceptado el mito de que tener un público armado va a evitar la tiranía por parte del gobierno.
Es interesante que cuando hablamos de cultura, normalmente nos referimos a una historia profunda. Sin embargo, cuando empecé a trabajar en esta área en la década de 1970 la situación era diferente en muchos aspectos.
La mayoría de los estados tenían límites bastante estrictos para llevar armas ocultas en público, por ejemplo.
Cuando hicimos una encuesta nacional en aquella época y se preguntaba a la gente si tenía un arma y por qué la tenía, los propietarios de armas decían que las tenían para cazar, para practicar el tiro al blanco o para fines deportivos.
Ahora, cuando los propietarios de armas son encuestados, dicen que poseen un arma para la autodefensa contra el crimen y para defender a su familia.
Así que hemos pasado a una situación en la que se tienen armas para usarlas contra otras personas. Y las armas que se venden ciertamente reflejan eso: hoy en día, la mayoría son pistolas, revólveres o esos rifles de estilo militar que nada tienen que ver con usos deportivos.