Muchas veces nos afanamos y llevamos una carrera loca y cronometrada detrás de los objetivos, que por supuesto no está mal tenerlos, pero en ocasiones no estamos alineados con las agujas del reloj divino, sino con las de nuestro ego susurrándonos a la espalda, ya sea por competir y mirar al de al lado o por cumplir con el reloj de la sociedad.
El ingrediente perfecto es la fe, alineando nuestro deseo a la voluntad divina y saber que somos amados por la fuente, quien sabiamente nos moverá a la acción correcta en el momento preciso, desprendiéndonos de lo que no vibra con nosotros y estando abiertos a recibir. De pronto termina esa espera paciente y el regalo es más grande de lo que se espera, en gozo, sin desgaste, sintiendo y saboreando cada momento, agradeciendo.