Son muchos los casos que se despliegan en varias sociedades en al menos tres continentes donde la extrema derecha ha ganado cuotas de poder y amenazan con destruir sociedades democráticas.
El caso de Israel actualmente es una muestra de lo grave que puede resultar. El caso español, aunque no lograron su objetivo, sigue siendo una peligro para la democracia hispana. Los casos de Estados Unidos con Trump y Brasil con Bolsonaro fueron escenarios donde al menos se les pudo desbancar del poder mediante métodos democráticos. Ocurrió en nuestro continente con Bolivia en el 2019 y actualmente en Perú. Los predicadores del odio y la negación de derechos estimulan la destrucción del Estado de Derecho y los procedimientos democráticos.
En República Dominicana minorías de extremistas han logrado influenciar a los partidos mayoritarios, sobre todo con una agenda de racismo contra los haitianos y de una misoginia fundamentada en arcaicos discursos machistas. Incluso trajeron en par de ocasiones a un payaso argentino que hasta en el Congreso le dieron espacio para predicar su vinagre autoritario.
Es indudable que las crisis económicas fabricadas con la pandemia y la acción imperialista de Estados Unidos en Ucrania, enfrentados irónicamente con el liderazgo de un presidente ruso de igual calaña, que fue alabado por sectores integristas por sus políticas segregacionistas contra la comunidad de hombres y mujeres con diferentes opciones sexuales a la de los que somos heterosexuales. No olvidemos la buena relación entre Trump y Putin precisamente por sostener iguales políticas extremistas.
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La democracia por tanto se encuentra en graves riesgos y como consecuencia hay impulsos a modelos autoritarios de gobierno que anule los derechos civiles de personas por su raza, su religión, su género o sus preferencias sexuales. En el fondo es un rechazo a los más pobres -por eso Haití no interesa- y la destrucción de los modelos educativos, de salud y empleo que ha permitido un crecimiento de la clase media. En la cabeza de la extrema derecha hay la convicción de que solo una minoría tiene el derecho a vivir y dirigir los Estados.
Los logros alcanzados por las revoluciones burguesas del siglo XVIII y XIX, las conquistas que a partir del siglo XIX han logrado los obreros, las mujeres y las sociedades con mayorías no-blancas son intolerables para la extrema derecha. El escenario fue preparado cuando muchos modelos educativos fueron destruidos con el modelo de “competencias” que destruyó la formación humanista y en ciencia sociales, eso explica que tantos jóvenes sean dóciles a estas tendencias autoritarias.
Debemos reformar esa educación que reduce a los seres humanos a recursos técnicos prescindibles mediante el mercado que está orientado a la acumulación obscena de riquezas por minorías y que pretende reducir mediante el hambre y la represión a todos los que buscan espacios sociales más equitativos y decentes para que todos vivamos en paz, dignidad y progreso.