La Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha dicho en la ciudad de Quito que el reciente terremoto de Ecuador “es el mayor desastre en la región después del terremoto de Haití en el 2010”, pues el terremoto de Ecuador ha dejado cientos de muertes, miles de heridos, y cerca de 720,000 damnificados, mientras el terremoto de Haití dejó 316,000 muertes, 350,000 heridos, 400,000 edificaciones destruidas, y 1.5 millones de damnificados, lo que indica que los terremotos siguen siendo la mayor amenaza contra los pueblos americanos.
Simultáneamente, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) ha dicho que “unos 120,000 niños ecuatorianos se han quedado sin escuelas” porque sus escuelas colapsaron, mientras la ONU ha pedido ayuda internacional para intentar reconstruir los pueblos costeros destruidos en el noroeste de Ecuador, como Pedernales, Canoa, Jama, Manta, Porto Viejo y otras, ya que allí hubo grandes destrucciones y muchas muertes.
En ese sentido, el Presidente ecuatoriano, Rafael Correa, ha dicho este lunes, a través de su cuenta de Twitter, que “Ahora viene la etapa de reconstrucción y reactivación, pero también, de responsabilidades.
Cientos de vidas se perdieron por construcciones de pésima calidad que ni siquiera cumplieron las normas de construcción anteriores, mucho menos exigentes que las actuales.
El país tiene que saber los nombres de quienes por ahorrar unos centavos construyeron trampas mortales, y las autoridades que lo permitieron. No podemos permitir que esto se olvide en un año”, pero este mismo lunes el periódico el Caribe ya había publicado nuestro artículo redactado en el mismo epicentro del sismo de Ecuador, donde decíamos que la arquitectura costera ecuatoriana, caracterizada por vuelos montados sobre columnas aisladas, es totalmente inadecuada para los suelos flexibles (arenas, arcillas y limos) de malas respuestas sísmicas existentes en el borde sísmico del Pacífico.
El presidente Rafael Correa ha dicho lo correcto y ha exigido lo correcto, pues en nuestro artículo titulado “El devastador terremoto de Ecuador” decíamos que “la tragedia no la produce el sismo, sino las malas construcciones levantadas sobre suelos flexibles de malas respuestas sísmicas”, lo cual, al parecer, todavía no es entendido por quienes en diferentes partes del mundo se dedican a la construcción de residencias, escuelas, hospitales e iglesias, ya que en cada país donde hay un fuerte terremoto, muchas de esas estructuras caen con una facilidad que espanta a cualquiera, y como de eso siempre se culpa al sismo, no se responsabiliza a nadie, y se olvida en poco tiempo, los constructores vuelven y vuelven a repetir los mismos malos modelos constructivos.
Sin embargo, a partir del momento en que los gobernantes y los tribunales comiencen a establecer responsabilidades para quienes por ignorancia o inobservancia construyan obras sísmicamente mortales, sabiendo que debían construir, como dijo recientemente Barack Obama, con lo más moderno de la ingeniería sismo resistente, entonces se acabará el juego irresponsable de construir donde quiera, y como quiera, con un mismo diseño genérico que termina siendo fotocopia de la inmensa mayoría de diseños que son inadecuados por no haber evaluado la respuesta sísmica del emplazamiento antes de diseñar la obra, pudiendo hacer, o escoger, un diseño que realmente se ajuste al riesgo sísmico del lugar y a la respuesta sísmica del suelo en ese sitio específico (efecto de sitio), especialmente cuando se trate de obras sensibles como escuelas y hospitales.
Cuando los constructores de obras, especialmente de escuelas y hospitales, sean obligados a entregar una certificación de sismo resistencia emitida por una empresa avalada para tales fines, y una garantía de responsabilidad civil ante un eventual colapso sísmico, veremos que se acabará el juego de construir disparates sobre suelos flexibles, y veremos que los ingenieros y arquitectos se empeñarán en aprender sobre las causas de los daños provocados por los terremotos sobre las estructuras, pues en los días en que estuve en Ecuador no vía los miles de ingenieros y arquitectos ecuatorianos (ni latinoamericanos) visitando los sitios del desastre para aprender sobre daños sísmicos en estructuras civiles, y de seguro que el Presidente Rafael Correa tampoco los vio, y por todo eso es correcto pedir que se establezcan las responsabilidades de constructores y de autoridades.