Al final del gobierno de Chávez había decenas de presos políticos en Venezuela, y cientos de arrestados por estas causas; con Maduro también los hay, y eso no se estila en la democracia representativa.
Gracias a las siempre utilizadas frases de Nicolás Maduro, una suerte de programa de su gobierno: paz, trabajo y unión, se puede colegir, que para el mantenimiento del sistema de autoridad es necesario la destrucción definitiva de los partidos políticos tradicionales, representados por los líderes políticos que les son adversos.
Durante el dictador, general Juan Vicente Gómez, la obra de «Juan Bisonte», lo describe como una repulsiva caricatura, un “tirano inhumano, casi analfabeta, ávaro, ávido de poder y de dinero, sin ninguna norma moral, sin ningún principio, sin ningún objetivo que lo pudiera justificar”; José Rafael Pocaterra publica “Memorias de un venezolano de la decadencia”, una serie de escritos demoledores contra la figura de Gómez y su régimen.
Convirtió La Rotunda en su calabozo personal, y envío a todo aquel que lo criticara y lo sometió a crueles torturas; Marcos Pérez Jiménez, por su parte, armó su propio aparato represivo con la Seguridad Nacional que capturaba, asesinaba o desaparecía a las personas no gratas para el presidente.
Desde la creación del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin), se ha hecho famosa, por arbitrarias, las detenciones de todo aquel que se oponga a Nicolás Maduro. Sería bueno preguntarle a la gente del pueblo, lo que piensa de El Helicoide, sede del Sebin: “son los presos personales del presidente Maduro”, pues, al igual que Chávez, no se atreven a llamarlos de esta manera.
Henrique Capriles Radonski, fue preso por los hechos de abril de 2002; Iván Simonovis, Henry Vivas y Lázaro Forero, detenidos sin orden de aprehensión, sin haber sido presentado en la fiscalía ni ser acusados.
Desde el 2014, con la campaña “La Salida”, tres líderes de la oposición (Leopoldo López, María Corina Machado y Antonio Ledezma) se convirtieron en símbolos de la sangrienta persecución política de Nicolás Maduro, y éste la instaura en Venezuela como política de Estado.
Son los diarios y la prensa televisiva la que muestran la presencia del Sebin en las calles, con noticias de detenciones, tratos crueles e inhumanos durante los arrestos, por miles.
Según el Foro Penal, entre 2014 y 2015 hubo 3.758 detenciones de manifestantes, 370 menores de edad; el Gobierno de Nicolás Maduro cierra el 2017 con 5.517 arrestos con fines políticos; en vano fue la fórmula de Reconciliación Nacional, tras los largos meses de marimba en 2017, que apenas excarceló a unos líderes.
Los últimos acontecimientos de la crisis en Venezuela pueden ayudarnos a sacar nuestras conclusiones: política de persecución, desmembramiento de la oposición sin líderes, ola de detenciones, inhabilitaciones políticas y allanamientos, e indignación popular.