2.- Enculturación y estereotipo. Empecemos por la idea de que las Policías son corporaciones militarizadas, de jerarquía vertical, dividida en estamentos: oficiales, suboficiales y agentes.
Así como la criminalidad es entendida en el sentido de la pequeña y mediana delincuencia y del vandalismo, que constituye la masa de los delitos generadores de inseguridades (no del crimen organizado), nos concentraremos en los simples agentes, y no en la oficialidad, que somete a todo tipo de rigor disciplinario, expulsándolo a veces sin miramientos a cualquier falta que pueda parecer comprometedora para la institución.
Casi como en el ejército, la formación disciplinaria que acompaña a todos los agentes, se suelen observar notas de sadismo, denigración física y psíquica, para anular su voluntad, que se celebra diciendo que es necesario para su “madurez” y “encuadramiento”.
A todo esto denominaremos proceso de enculturación, que es cuando la institución policial enfrenta la tarea de socializar a sus miembros, haciéndoles asimilar los elementos necesarios para que asuman los papeles que desempeñarán en las diferentes funciones que le esperan en la institución.
Este proceso de enculturación no se limita al aprendizaje de las funciones sociales y/o trasmisión de creencias, valores y otros aspectos cognitivos de la cultura policial, también destaca a una organización homogénea de voluntades, similar al sistema de “castas”, cuya “aristocracia” es la oficialidad”, reclutada de la clase media, con cierta educación, que ascienden rápido, mientras que los subordinados, están entrenados para ser pacientes en hacer “carrera policial”, debido a su procedencia social.
Esta enculturación es la socialización primaria que será la base que le posibilite hacerse miembro de la Policía; no aceptarla, los dejará fuera con toda seguridad, por una vía o por otra.
Pero, exceptuando algunas Policías de otras latitudes, en la nuestra los simples agentes no han recibido suficiente perfeccionamiento técnico y la falta profesionalización de ellos da cuenta del estereotipo policial que la sociedad ha construido hacia los agentes del orden público. En clave de la reforma policial, conviene la subordinación de la institución al poder civil y a las leyes, para un mayor respeto a los derechos humanos.
No son halagüeñas las características que podemos enumerar del estereotipo del policía dominicano. Hay serias limitaciones de ese agente en relación a las funciones de prevenir la seguridad ciudadana que puede ser vista como peligrosidad. Conviene que los agentes estén entrenados en manejar casos de delitos y los que no, al menos, perfeccionen sus habilidades de negociar en los casos de vandalismo, conflictos barriales o familiares.
Hay una exuberante metodología de técnicas policiales para mejorar a los agentes, pero los factores predisponentes y condicionantes no hacen más que deteriorar a la institución, como la falta de presupuesto apropiado, así poder combatir las irregularidades internas con una visión diferente, como la de evitar las “manzanas podridas”.
La Policía Nacional es una institución de bien, se esfuerza, eso es meritorio.
Pero sin tener estadísticas, a la ciudadanía le incomoda esa “efectividad letal”, “policía de gatillo fácil”, “la mordida”; es decir, esos elementos que son denunciados como exceso o abuso policial, y que aumentan la impunidad y de la corrupción institucional. La denuncia debe subir de nivel.