1.- Cultura policial en República Dominicana. La policía es una función y una institución esencial del Estado; también es un órgano del orden público y control social.
Es necesario que el gobierno entienda que el papel de los policías es uno de sus rostros más importantes.
Si la Policía Nacional fuera exactamente lo opuesto, hasta fuéramos pacientes con los problemas económicos de la nación. Es una cultura ambigua, que ha sido discriminada simultáneamente, señalada en sus faltas cívica y moral, sin impedir que ese “policía” deje de ser reconocido y autorreconocido como representante y guardián de la ley.
Los policías salen de las entrañas del pueblo, son bajos en la escala social y educativa, y al entrar a una institución clave que se caracteriza por las oposiciones y conflictos del entorno social, experimentan que quienes ostentan los rangos superiores dentro de esa organización, los vituperan, los discriminan, bajo la premisa de la subordinación jerárquica. Es a partir de ahí (de la complicidad y la impotencia), de esas actitudes jerárquicas, donde surgen las fricciones que convierten a los agentes en una figura transgresora de la ley.
Las estadísticas policiales es indicador donde el fenómeno de la criminalidad no deja de crecer y revela la forma que la delincuencia “sobrepasa” a los policías, a quienes se les ve como una pieza más de inseguridad ciudadana. Por eso, basado en percepción, experiencias vividas, surge en la sociedad la duda sobre la capacidad policial, lo que nos lleva a definir la cultura policial como un conjunto de “hombres especializados” en el material de la delincuencia y en la corrupción.
Esta cultura es casi un tema exclusivo de hombres, pues no hay quejas de mujeres en los asuntos policiales; el origen de la discusión es la desconfianza que ha ido acumulando la ciudadanía, a cómo hace frente a la problemática de la delincuencia.
Pero la cultura policial es paradójica, aunque se hable mucho de ella, no se divisan cambios reales. Parece ser una realidad lenta y densa, por un lado; y una construcción del imaginario social de los medio de comunicación, por el otro lado. Lo paradójico es que siendo “personajes dotados con los poderes del dominio”, están sometidos a “hombres que tienen más poder”.
Y aún más paradójico es lo que hay debajo de ese uniforme, que simboliza la tarea principal de ser los guardianes del orden y los perseguidores de los delincuentes, pero que está asociada a vicios atribuidos a su figura: intimidación, ineficiencia y corrupción. Las buenas acciones de los agentes policiales se empañan por ese sentimiento que ha terminado por condenarlos.
¿Cuál otro ingrediente define la cultura policial en RD? Estoy inerme, por ahora. Pero sí creo ser consciente de ver allí un teatro de conflictos, expresados en la función preventiva y represiva, mal equilibrada, que tienen una relación directa con las estructuras del hábitat barrial, con la delincuencia común, con la concepción y planificación de una gestión policial, que ha importado poco a los gobiernos. Agregar, sí, que la prevención del delito no es una función que puedan lograr los policías por sí solos.
El Estado tiene que cambiar, si quiere que cambie la institución.