Lo que no entiendas ahora, lo entenderás después! Bueno. No creo que en mi vida haya habido una frase que me molestara más que esta, tiempo atrás, cuando estaba pasando por situaciones aterradoras a las que no encontraba salida ni respuesta.
Para mí era hasta abusivo escuchar a cualquier hermano de la congregación consolarme con esta inconclusa respuesta, plasmada en el evangelio de Juan, capítulo 13, pues, a mi modo de ver, para Dios era muy fácil resolverlo.
Pero tiempo después, (días, semanas y hasta años) he tenido que mirar hacia atrás, bajar mi cabeza y reconocer la grandeza de Dios al descubrir el porqué de aquello que me acongojaba.
He reconocido de qué me ha librado, he sido recompensada por mis pérdidas y recibo paz en medio de circunstancias drásticas. Y, si no recibo nada, me quedo tranquila, pues el futuro en manos de Dios es un eterno presente.
Los pensamientos de Dios no son nuestros pensamientos, ni nuestros caminos son sus caminos (Isaías 55:8-9), pero son buenos.
“Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza”, dice en Jeremías 29:11.
Por eso debemos vivir con la misma entrega que exhibió el Apóstol Pablo, el cual aprendió a contentarse en cualquiera que fuese su situación (Filipenses 4:11).
“Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad, pues todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, dijo.
Debemos tener la confianza de que, al acercarnos a Dios, si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye”, 1 Juan 5:14.
Y, si sabemos que Dios oye todas nuestras oraciones, podemos estar seguros de que ya tenemos lo que le hemos pedido, como lo afirma 1 Juan 5:15. Pero si hoy no tiene la respuesta, si los tiempos son contrarios o se extinguió aquello por lo que pedías, confía en que Él no te desamparará, pues sus planes para ti son de bienestar.