Desde la Cátedra de Responsabilidad Social Empresarial y Sostenibilidad “Alejandro E. Grullón E.”, que promueve la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM) junto a la Fundación Popular, y la alianza estratégica con el Gabinete de Coordinación de Políticas Sociales de la Vicepresidencia de la República y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) se llevó a cabo, del 16 al 20 de abril, una intensa jornada de formación en base al Módulo “Objetivos de Desarrollo Sostenible: una oportunidad de impacto para el sector privado”.
Las actividades académicas fueron dirigidas por los expertos Mirian Jiménez Sosa y Salvador Muñoz Martínez, para culminar con un panel, precedido de unas orientadoras y muy sentidas palabras de la doctora Margarita Cedeño de Fernández, vicepresidenta de la República, en el que intervinieron Luciana Mermet, representante residente adjunta del PNUD; Anna Hernández, directora del Observatorio de Políticas Sociales y Desarrollo de la Vicepresidencia de la República; César Dargam, vicepresidente ejecutivo del Conep, y Rafael Izquierdo, presidente de la Red Nacional de Apoyo Empresarial para la Protección Ambiental (ECORED).
El propósito fundamental fue profundizar el compromiso del sector privado con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) fijados por la ONU y los líderes mundiales en 2015, con miras al año 2030.
Al dirigirme al público, en nombre de la Cátedra y del rector magnífico de la PUCMM, presbítero doctor Alfredo de la Cruz Baldera, entre otras ideas sostuve, que para convertir en logros ostensibles las metas contenidas en los diecisiete ODS, entre los que destacan eliminar el hambre y la pobreza, garantizar la educación, la salud, la paz y la justicia, borrar las fronteras de la desigualdad económica y social, y mitigar los efectos del cambio climático, se exigirá del esfuerzo, el compromiso y las acciones conjuntas de los sectores público y privado, la sociedad civil y de cada ciudadano con un grado básico de sensibilidad humana y de esperanza en construir un mundo mejor.
El compromiso asumido con los ODS no trata de una promesa que vaya a aliviar, desde los Estados y Gobiernos del mundo, las fisuras en el ámbito de las fricciones geopolíticas y las confrontaciones diplomáticas; no se trata de una retórica eufemística para mantener la supremacía de los países del primer mundo frente a las economías emergentes; no se trata de un mecanismo subrepticio para disuadir el descontento y la desesperanza de los sectores sociales más vulnerables, en términos de desarrollo humano y satisfacción de las necesidades más elementales, frente a la bancarrota ética y moral exhibida por determinados liderazgos, sumidos en la ambición individual y la corrupción sistémica.
De lo que se trata es, de hacer grandes sacrificios mancomunados para renovar la esperanza en que nuestra sociedad, nuestro planeta y la humanidad misma podrían ser salvados de una amenazante, y tal vez inminente catástrofe socio-económica, jurídico-política y medioambiental, a consecuencia del predominio, en las naciones poderosas y los estratos sociales altos, de la ceguera económica y moral, la voracidad de muerte del poderío armamentista y la orgía autodestructiva a que podrían conducirnos una revolución tecnológica sin frenos ni resortes éticos y un orden digital, cuya autonomía y vertiginosidad, nos empujan a la autoexplotación, la alienación, el consumismo delirante, la depresión y la soledad más desconcertante, en medio de muchedumbres autómatas.
Hay que hacer más activo y cónsono con los ODS el rol del sector privado. Afortunadamente, las empresas y sus directivos son cada día más conscientes de que su sostenibilidad es indisociable de la mejora de su entorno social y de la preservación de la vida del planeta. Amén.