Desde mediados de la década de los 90, sobre todo, en la primera gestión del doctor Leonel Fernández, se han creado comisiones y realizado decenas de encuentros y reuniones bilaterales cuyos planteamientos y propósitos son olvidados de inmediato por las autoridades haitianas.
Con esas comisiones y encuentros solicitados sólo buscan mostrar al mundo y a los países que les tienen pena, que ellos quieren el diálogo, la paz y la convivencia pacífica. Una burda mentira que únicamente ellos y sus secuaces se la creen.
Desde Jean Bertrand Aristide hasta el bailarín Martelly, los presidentes haitianos se han burlado de los dominicanos, con la excepción del frenazo de Joaquín Balaguer al jefe del Lavalás.
Pero se trata de un juego sucio en el que sólo ellos golpean y se ríen, pero si se les toca, el escándalo cubre el mundo.
La Ley de Regularización constituyó una muestra fehaciente de la burla de las autoridades haitianas, los dominicanos hacemos todo lo posible por complacerlos y ellos se burlan tanto dentro como fuera del territorio que compartimos, por desgracia.
El Gobierno dominicano puso todo el dinero y ellos sólo enviaban cada vez a más de los suyos para dominicanizarlos.
Esta reunión realizada en Barahona, que se pensó abarcaría la veda a 23 productos criollos, no fue más que otro juego del presidente Martelly, como lo muestran las declaraciones de su Canciller.
Y aun así, la bondad del presiden te Danilo Medina sigue en pie, ya sea por complacer a los poderosos aliados de Haití o por presión de fuerzas foráneas.
De todas maneras, cumplimos con el deber de hacer la advertencia de que el juego debe detenerse y, bajo ninguna circunstancia Medina debe ir a la patria de Desalines, porque desde hace muchos años el odio sembrado allí quiere cobrar una víctima.
No pudieron con Leonel Fernández en 2005, pero no estarán tranquilos hasta lograrlo e infundir temor en los dominicanos.
Presidente Medina, no tenemos calidad para reclamarle ni hacerle planteamiento alguno como persona, pero como ciudadano dominicano me atrevo a implorarle que, por su familia, por sus compañeros, por su nación y hasta por honra a la memoria de Duarte, Sánchez, Mella y Luperón: ¡por favor no vaya a Haití!