SANTO DOMINGO.-Pese a lo que dice la ciencia sobre lo perjudicial que puede llegar a ser la quema para el suelo, en los campos dominicanos se sigue creyendo lo contrario.
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La mañana de un día de marzo, Martin (nombre ficticio), cabalgaba hasta llegar a su conuco en el que se disponía a “preparar la tierra” para sembrar guandules, ahuyama y habichuelas. Como de costumbre, justo antes de que lleguen las lluvias dé abril para que su parcela de frutos. La rutina de Martin fue interrumpida por un equipo de reporteros de EL DÍA, a los cuales confiesa que la “preparación” consiste en talar árboles y quemarlos en plena loma.
Lo dice sin rodeo, Martin no es consciente de los daños medioambientales que tal práctica ocasiona. La tierra de Martín está ubicada en el sector Las Cañitas, del municipio Padre las Casas, lugar donde, precisamente, se originó el último incendio que afectó a Valle Nuevo.
Justifican sus actos
En la búsqueda de otras versiones, los reporteros se aventuraron a subir a la loma, allí encontraron a Pedro, otro agricultor, quien machete en mano chapiaba su tierra.
En la conversación con los periodistas, admite que también quema para sembrar limón y aguacates en la tierra que heredó de sus padres. Pedro agrega, sin reparo, que realiza esta práctica para limpiar su parcela porque fue la única manera que aprendió.
“Si usted no tiene un chin de tierra y le dan un pedazo en la loma, y usted quiere sembrar algo, usted lo tumba; sabiendo que lo está haciendo mal, pero uno lo hace”, narra.
Pero la historia de terror ambiental no termina ahí, Pedro revela que otros aún “a sabiendas” del daño casi irreparable que causa esta práctica, lo hacen para obtener madera o carbón. “Hay quienes no pueden comprar una docena de tablas y tumban un pino, porque quieren ponerle algo a su casa, y lo hacen”, afirma.
Se quejan de los efectos
No obstante, cuando el equipo se disponía a regresar, en la parte baja de la loma, como si tratara de un botón para muestra, se encontraba Pablo, quien visiblemente indignado, aprovechó la oportunidad para hablar de los efectos de la sequía en la comunidad, consecuencia directa de la tala y la quema.
Con los brazos abiertos, como quien implora, Pablo quien en ese momento pisaba un suelo inerte, despojado de su riqueza mineral, exclamaba: “el agua se nos está escaseando, llega un poquito sólo a algunas partes y por unas horas”. Es por esto que, por lo menos, hasta el 3 de abril, el Ministerio de Medio Ambiente había apresado a 43 personas por originar los últimos incendios, 26 eran dominicanos y 17 haitianos.
Práctica ancestral
Tal como señala Pedro, esta es una práctica ancestral, pues el escritor David Dixon Porter, en su libro “Diario de una misión secreta a Santo Domingo”, indica que para el año 1844 el sistema de conucos hacía que mucha selva se tumbara para sembrar los víveres que el campesino necesitaba para brindarle el sustento a su familia.
De igual manera, el historiador Frank Moya Pons, en su “Historia del Caribe: plantaciones, comercio y guerra en el mundo atlántico”, señala que el siglo XIX empezó con el país bastante forestado, pero terminó con una enorme cantidad de bosques destruidos y dedicados a siembra comercial intensiva y producción de madera.
Más, la ciencia avanzó, y el mundo cambió; la madera no es la materia prima para la construcción y existen otras alternativas para la preparación de la tierra, de modo que la excusa de que “esta es la única manera de preparar la tierra”, no justifica la destrucción los bosques.
Nuevas alternativas
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura propone el manejo de malezas a largo plazo mediante la diversificación de cultivos.
También sugiere la labranza primaria y el uso de residuos orgánicos en calidad de fertilizantes, los cuales colectan y retienen nitrógeno, clave en la nutrición del suelo.
Solución
En definitiva, para garantizar la salud de la biodiversidad es imprescindible la concienciación de la población sobre los daños catastróficos que puede provocar la tala y la quema de árboles y, sustituir la práctica por nuevas alternativas.
Dicha acción representa una apuesta al mejoramiento del suelo, la conservación de la vida silvestre y la producción de agua necesaria para la existencia humana.
Exhortación
— Asesoría
Hasta el 18 de abril los bomberos forestales habían extinguido alrededor de 550 fuegos. Medio Ambiente reitera que quienes usan el fuego para labores agrícolas, deben buscar asesoría de la entidad previo a esta práctica.