La vida es transitoria, pero el legado que dejan algunos hombres y mujeres por este mundo, sencillamente son imperecederos, porque sus obras quedan como ejemplo de las presentes y futuras generaciones.
Sin embargo, en nuestro país lamentablemente se valora muy poco, o en algunos casos absolutamente nada, a quienes aportan o cooperaron para la consecución de una sociedad más justa en todos los aspectos.
Esto lo traigo a colación para resaltar la contribución que en el aspecto militar, docente y deportivo, efectuó durante todo el trayecto por este mundo, el profesor Jesús de la Rosa.
Lo conocí antes de ser designado en el gobierno de Antonio Guzmán como secretario de Deportes, en cuya cartera dejó el legado de montar dos Juegos Nacionales en San Francisco de Macorís y Barahona, ciudades que no contaban con ninguna infraestructura deportiva.
En términos docentes, se desempeñó por medio siglo como catedrático en la Universidad Autónoma de Santo Domingo, manteniendo como prioridad el avance del estudiantado.
Durante su carrera militar en la Marina de Guerra, estando como jefe de la dotación en el municipio de Sabana de la Mar, provincia Hato Mayor, se sublevó para apoyar a las fuerzas constitucionalistas, a las cuales se unió como un simple soldado en Ciudad Nueva, donde siendo un muchacho lo veía con su fusil a cuesta.
Estos son tres aportes que jamás como sociedad debemos pasar por alto, ya que vuelvo y repito, son muchos los dominicanos que han hecho grandes aportes que han sido ignorados olímpicamente, mientras otros, con un historial bastante borroso, bochornoso y antipatriótico, han sido y al parecer seguirán siendo reconocidos, al punto que algunos se encuentran instalados en el Panteón Nacional.