MANAGUA, Nicaragua. Sería pecar de ingenuo o de superficial sorprenderse ante la situación, definitivamente grave que afecta al mundo, a la humanidad.
Y me refiero a las confrontaciones armadas, a la guerra. Cerrar los ojos y pensar nos reafirma que no hay nada nuevo bajo el sol.
Y que, desde que tenemos uso de razón, en un lugar u otro del globo terráqueo, se desarrolla un conflicto feroz que costará muchos sufrimientos y que los cadáveres se contarán por miles y que la destrucción será sobrecogedora.
En estas circunstancias un razonamiento simple es: ¿Hasta dónde nos afecta esta situación? ¿Cuáles daños, retrasos, sufrimientos confrontaremos en lo adelante?
Siempre ha sido un anhelo de la humanidad la creación de una sociedad global con el propósito de estructurar un mundo mejor, más justo.
Por lo pronto, las consecuencias de cualquier situación conflictiva, en cualquier parte, nos provocarán un profundo desasosiego.
Vivimos, y aún seguimos viviendo, el drama de la pandemia, que arrastró a la tumba a millones de hombres y mujeres y que nos provocó incontables amarguras y sufrimientos. Cada quien posee su versión de la historia.
En lo que sí podemos coincidir es que una situación que se produjo en una ciudad distante de la que muy pocos conocían hasta el nombre desató para la humanidad una situación catastrófica de la que apenas empezamos a sobreponernos con odiosas dificultades y amargos traumas que nos afectarán sabrá Dios por cuanto tiempo.
La confrontación en Ucrania ya nos perturba de manera directa: el precio de los combustibles se dispara a extremos aterradores y no sabemos hasta dónde alcanzará esta escalada.
Una sociedad como la dominicana, donde la dependencia de los derivados del petróleo es abrumadora, está condenada a sufrir graves daños y estremecedoras distorsiones si no adopta medidas de emergencia.
Es cierto que en las últimas décadas se han hecho esfuerzos considerables para extender el uso de la energía no convencional.
Desde mucho antes, y gracias a la visión de un estadista muy experimentado, el país inició la edificación de presas que han resultado en un verdadero acierto para la producción de energía, el uso racional y productivo de las aguas y el suministro para consumo humano.
Ahora mismo, el Gobierno del presidente Abinader está empeñado en proyectos para la edificación de varias presas y es de esperarse que, vista la situación universal, los esfuerzos encaminados a liberalizar la producción energética de la dependencia de los combustibles fósiles se incrementen de manera absoluta en el presente y el futuro.
Aquí, en Nicaragua, las autoridades poseen programas orientados a una transformación radical del transporte hacia vías alternativas. Por igual, se habla de inversiones considerables encaminadas a explotar todos los recursos no convencionales a fin de que la producción energética no dependa de una manera tan decisiva de los combustibles fósiles.
Todos saben de los esfuerzos por multiplicar el uso de vehículos eléctricos y disminuir el pago de impuestos para su importación y de ejecutar programas encaminados a la producción de electricidad por métodos no tradicionales.