
Santo Domingo.-Si el señor Robert Hermann Schomburgk hubiera sido un aventurero científico, como Charles Darwin, connacional y contemporáneo suyo, se hubiera podido afirmar que fue el primer turista extranjero de la República, a la que llegó en 1849 tras su designación como cónsul británico en Santo Domingo un año antes, pero era un científico, no un hedonista; un funcionario, no un visitante.
Sin embargo, sus paseos por las partes del país a donde lo llevó su curiosidad de investigador dejaron abierta una puerta para que se le incluya entre los turistas extranjeros de mediados del siglo xix. Estos paseos sentaron la pauta que serviría de base, años después, para el desfogue de los investigadores dominicanos.
