Vengo de una familia de maestros de largo ejercicio en la que mi abuela fue la precursora. En esta ocasión me referiré a los maestros que nos va presentando la vida, no a aquellos de las aulas, a los cuales también les estoy enormemente agradecida. Los maestros de la vida son aquellos que nos vamos encontrando en el camino, que nos abren los ojos a nuevos horizontes y a la búsqueda de más.
Recuerdo especialmente a uno de ellos, “Don Mario”, él era el asistente del Vicerrector en una universidad privada en la que laboré por algunos años. No recuerdo bien cómo lo conocí, era amiga de su secretaria, lo que sí recuerdo es que sin importar su jerarquía empezó un camino de enseñanza. Le comenté que estaba estudiando Comunicación Social, lleno de entusiasmo, el internet por esos años empezaba a masificarse, comenzó a recomendarme portales noticiosos, lecturas, fue abriéndome un mundo de conocimientos e intereses. Eran tertulias que yo disfrutaba mucho, nunca con la intención de adoctrinarme, sino de que fuera descubriendo por mí misma las cosas, porque eso es lo que hace un maestro, abrirte las puertas para conocerte a ti mismo. Los muros que no ves son derrumbados ante la visión que te muestran los maestros, se abre un mundo de posibilidades que no conocías y todo es posible.
Todos somos maestros de unos y alumnos de otros en el camino de la vida, porque de una manera u otra conocemos algo que otro desconoce y viceversa. Hay que tener mucho amor para enseñar a otros y es de sabios traspasar el conocimiento. Desde el más humilde hasta el más alto líder puede enseñarte siempre algo. Sólo es tener la apertura de saber escuchar y abrirse a la experiencia.
He sido afortunada porque he tenido muchos maestros y buenos.
Agradezco profundamente a “Don Mario” todas sus enseñanzas. No sé si vive, perdí su rastro hace algunos años cuando marchó a Europa a reunirse con su familia, el aprendizaje en mi vida permanece.
¿Cuáles son tus maestros en la vida?