Los líos sentimentales de Hollande ponen en apuros a la Casa Blanca

Los líos sentimentales de Hollande ponen en apuros a la Casa Blanca

Los líos sentimentales de Hollande ponen en apuros a la Casa Blanca

Cuando François Hollande aterrizó este lunes en Washington y bajó sin compañía las escalinatas de su avión, quedó claro que su visita de Estado estará marcada de manera particular por sus recientes líos sentimentales.

El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, y su mujer, Michelle, habían dicho públicamente a finales del año pasado que estaban deseosos de recibir al mandatario francés y a su entonces pareja, Valérie Trierweiler, para una cena de gala en la capital estadounidense, pero luego se desató la tormenta: se reveló el supuesto romance de Hollande con la actriz Julie Gayet, Trierweiler fue hospitalizada y la pareja anunció su separación.

Todo ocurrió bajo la atenta mirada de los encargados del protocolo en Washington, que no sólo tuvieron que destruir y reimprimir las 300 invitaciones para la cena de este martes, sino que además han sido testigos de un alud de preguntas que ha opacado los objetivos políticos de la visita.

Por supuesto, los dos líderes y sus asesores han tratado de restarles atención a los asuntos sentimentales del francés para enfocarse en la «renovada alianza» entre los dos países, como lo presentaron Obama y Hollande en una columna de opinión conjunta, así como en el simbolismo de la visita de Estado, considerada el contacto diplomático de más alto nivel entre dos naciones.

Pero la llegada de un presidente «repentinamente soltero» para un evento tan exclusivo ha tenido a todos con un ojo puesto en otro tipo de detalles: ¿quién se sentará al lado de Hollande en la cena de gala? ¿Cuál será la agenda de Michelle Obama ahora que el presidente francés no viene acompañado? ¿Qué actividades se realizarán durante la comida considerando que el invitado no tiene una pareja oficial para bailar?

Caviar, vino y ensalada

Estas son preguntas en las que claramente la Casa Blanca no ha ahondado, aunque sí ha dejado espacio para prever otros elementos de la cena: desde los arreglos florales hasta el entretenimiento, pasando por la influencia francesa en algunos de los objetos que se guardan en la Habitación Azul de la residencia en Washington.

En esa parte de la Casa Blanca aguardarán los Obama a los huéspedes, antes de sentarse a la mesa para una cena de cuatro platos que incluirá vinos exclusivamente estadounidenses, entrecot, huevos de codorniz, queso azul, caviar y una ensalada decorada para representar el jardín de la primera dama.

Este vistazo previo de la primera cena de Estado en el segundo mandato de Obama forma parte de un evidente esfuerzo para que la atención no se centre en el bajón personal de Hollande, ni en la falta de Trierweiler, ni en la ausencia de un programa separado para las primeras damas ni en la icónica foto que tradicionalmente se toman las dos parejas presidenciales, que esta vez -si se realiza- tendrá un simbolismo diferente.

Tanto la Casa Blanca como el Palacio del Elíseo quieren que la visita se enfoque, más bien, en la evidente mejora que han tenido las relaciones bilaterales desde cuando Francia se negó a apoyar la invasión estadounidense de Irak durante el mandato de George W. Bush.

En los últimos años Francia se ha convertido en uno de los aliados más importantes de Washington gracias al rol francés en crisis africanas como la de Mali, su posición sobre el programa nuclear iraní o su disposición de acompañar a Estados Unidos en una acción militar contra el gobierno sirio de Bashar al Asad.

Todos estos son temas que muy probablemente tendrán un papel central en el diálogo de los dos mandatarios en el Despacho Oval de la Casa Blanca, donde también discutirán varios asuntos económicos.

Problemas caseros

Pero esta agenda política muy amplia e importante, así como los nexos históricos entre Francia y Estados Unidos, no esconden el hecho de que la visita de Estado de Hollande ha generado una atención especial por las particularidades del visitante.

Para Hollande, su viaje es una oportunidad clave para demostrar sus fortalezas en el plano internacional y disipar temporalmente sus problemas considerables en casa.

El mandatario espera que la primera visita de Estado que Washington ofrece a un presidente francés desde Jacques Chirac, en 1996, le sirva para aumentar aunque sea un poco sus índices de aprobación, que rondan el 20%.

Todavía persisten dudas sobre sus capacidades para impulsar la recuperación económica de Francia y su mandato se ha visto opacado recientemente por su situación personal, muy a pesar de sus intentos para que se respete su vida íntima.

Esa dicotomía entre sus objetivos políticos y su separación también está marcando su estadía en Washington. Puede que Valérie Trierweiler no esté con él en Estados Unidos, pero su nombre sí se está pronunciando cada vez que se habla del presidente francés que aterrizó sólo.