Cada día nos llenamos de más indignación, temor y deseos de venganza.
Pensar que por el solo hecho de sentarse en la galería de su casa uno corre el riesgo de perder la vida… es sumamente abrumador. Solo aquellas personas que han enterrado a un padre, a una madre, a una hija o a una esposa víctimas de la delincuencia, saben qué se siente perder a un familiar lleno de vida, a manos de una alimaña, a quien le pareció correcta la decisión de ejecutarle para asaltarle.
La percepción es que la delincuencia nos ha arropado y no hay condena para el delincuente.
A raíz de eso, de la indignación, del temor y del deseo de venganza unido a la impotencia de creer que no hay castigo, las personas se abalanzan a hacer justicia con nuestras propias manos.
Recientemente en Villa Mella, un menor de edad fue encontrado presuntamente robándose una motocicleta, y mientras era linchado decía: “no me maten”, “Yo tengo un niño”.
Lo correcto hubiera sido tomar al presunto ladrón y llevarlo al destacamento policial más cercano, y así ser sometido a la “acción de la justicia” y determinar cómo ocurrieron los hechos. Pero, ha ocurrido que ya este pueblo no cree ni en la Policía, ni en el Ministerio Público, ni en los jueces, ni en los políticos, salvo excepciones, y hemos llegado a un punto muy peligroso, que si algo bueno tiene, es que aún hay tiempo de retorno.
No podemos dejar que estos casos aislados de linchamientos se generalicen. Esa opción que tiene el pueblo en sus manos, no es la más factible de todas, la delincuencia en países en donde se practica la pena de muerte se sigue propagando, la diferencia radica en que esos sistemas no tienen miramientos al momento de perseguir el delito y existe cierta imparcialidad e independencia de poderes públicos, además continuidad de Estado y es en donde tenemos que dirigirnos como país, crear estrategias que permitan prevenir la delincuencia bajo el soporte por una Policía y un Poder Judicial creíble y responsable.
El problema con los linchamientos además de que contradicen la ley de Dios, es que en ocasiones hay confusiones, como la que vivió Luis Pie, personaje de uno de los cuentos del ilustre Juan Bosch, que se libró de ser linchado,cuando “una mocha cayó de plano en su cabeza, y el acero resonó largamente”. “Y pedía perdón por un daño que no había hecho”. Cuentos Escritos en el Exilio.