Hay quienes, con sobradas razones, celebran y ven como un triunfo el hecho de que los políticos hayan quedado fuera de los órganos constitucionales.
Cabe reconocer que las tradicionales mañas y manipulaciones del Poder Ejecutivo, para capturar instancias de Estado y subyugarlas, aparentemente no han sido del interés del actual inquilino del Palacio Nacional.
Aunque persisten muchas debilidades institucionales, agravadas por funcionarios ineptos, sin resultados, atascados en el día a día, el presidente Abinader ha puesto sobre la mesa su voluntad de cambiar las cosas, pero él no podrá solo.
Imposible transformar en meses toda una historia de desmanes, truchimanería y manipulación de agentes partidistas en los poderes del Estado, asumidos como armas clientelares y populistas. La persistencia y el enfoque son claves para lograr objetivos reformadores.
¿Es un aporte satanizar a los políticos y mantenerlos alejados de la dirección de los órganos constitucionales? El abordaje debe ser más profundo. Hay personas con simpatías políticas públicas que han jugado un rol decoroso en instancias del Estado.
El problema aquí es que la militancia política se ha convertido en un sinónimo de tigueraje y de “buscarse lo suyo”. Por eso crea sospechas e irrita que políticos intenten meterse en instancias de control con rango constitucional.
Creo, sin embargo, que no debemos cerrar los ojos y que es imperativo ejercer una veeduría crítica, pues gente sin adhesiones políticas en términos públicos por detrás escucha las voces de los amos, sean partidarios o corporativos. No nos engañemos.
Perfiles de ese tipo resultan peores que los políticos, pues se trata de una engañifa al aparentar una independencia que no se tiene.
Los partidos tendrán que hacer algo para transformarse, adquirir base moral y recuperar confianza. Los políticos forman parte de la República y no es buena idea colocar en su cuello una piedra de molino y echarlos al mar.
No deberían ser peores ciudadanos que los llamados “independientes”, sobre todo si esa independencia es usada para meter “goles sorpresivos” o tener un gato entre el macuto para servir a intereses espurios. Es algo complicado.